Una joven de la comunidad piapoco comparte su historia marcada por las dificultades para obtener su documento de identidad, viviendo por años en el anonimato debido a la lejanía de su territorio y el desconocimiento de los trámites. 

Gracias a una jornada de la Registraduría, logró registrarse oficialmente y sentirse, por primera vez, plenamente reconocida como ciudadana colombiana. Con emoción y gratitud, nos cuenta cómo este documento le permite caminar libre, soñar con estudiar y luchar por su futuro.

En este episodio de Relatos y Rostros conocemos a Tomás Arturo Acosta, servidor de la Registraduría en Inírida, Guainía. Su historia es un canto a la vida, al amor por el servicio y a la fuerza interior que nace cuando se trabaja con el corazón.

Desde su infancia hasta su papel como funcionario que orienta a la comunidad, incluso en su lengua indígena, Tomás nos recuerda que cada gesto cuenta, que siempre se puede salir adelante y que la alegría también se elige cada día.

Durante casi dos décadas, vivieron sin documentos, sin poder estudiar, trabajar o registrar a sus propios hijos.

Esta es la historia de cómo, gracias al acompañamiento de la Registraduría Nacional, María Alejandra y María Camila hoy por fin tienen un nombre en los registros, una cédula en sus manos y nuevas oportunidades por delante. Un relato real y esperanzador sobre el poder transformador del derecho a la identificación.

En este primer episodio, la Ruta de la Identificación nos lleva al corazón de La Guajira, una tierra mágica donde late el alma de la mujer wayúu. Aquí, entre el viento del desierto descubrimos su esencia, fuerza e invaluable legado.

La Registraduría Nacional reafirma su compromiso de llegar a donde más se necesita, tendiendo puentes para garantizar los derechos fundamentales de todos los colombianos y protegiendo la riqueza multicultural de las comunidades indígenas. Porque la identidad es más que un documento: es historia, pertenencia y vida.