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De pequeño, Miles ya apuntaba maneras: su madre, Lara, busca piso mientras el casero pone cara de “niños no, gracias”. Ella insiste en que Miles es un chico tranquilo. Spoiler: no lo es.
Cuando la madre lo deja a solas con una máquina de refrescos, Miles empieza a oír voces y termina en el apartamento del muerto de al lado. Encuentra el cadáver y le dice a su madre, muy pancho, que el señor le está hablando. Lara entra, ve el panorama y se da cuenta de que su hijo es más El Sexto Sentido que estudiante modelo.
Años más tarde, Lara está enferma y Miles, ahora con más piercings que empatía, le pide respuestas sobre su padre. Ella le dice que las únicas respuestas están bajo tierra, literalmente: su padre murió hace mucho y está enterrado en un lugar al que él nunca podrá ir. Misterio paternal activado.
Luego conoce a Naomi Dorrit, que le ofrece un trabajito un poco más turbio: comunicarse con un cadáver para averiguar quién le pagó por falsificar los restos del vuelo 815. Miles ve el dinero y acepta más rápido de lo que diría “Widmore”.
Después del desastre con Ben niño, Sawyer y Kate vuelven y Sawyer le pide a Miles que borre las cintas de seguridad. Pero justo aparece Horace, que le da un paquete “confidencial” para Radzinsky. Le dice que está entrando en el “círculo de confianza”. Miles asiente con cara de “sí, claro, ahora soy un agente secreto de una comuna hippie”. Sale sin borrar la cinta. Error número uno.
Miles entrega el paquete y Radzinsky le recibe a punta de pistola (trato habitual en Dharma). El misterioso paquete resulta ser una funda para cadáveres. Al abrirla, el muerto tiene un agujero en la cabeza. Miles usa su don y descubre que el tipo murió cuando un empaste le salió disparado por culpa de un campo electromagnético. Así de literal. La Isla, siempre matando con estilo.
Mientras tanto, Roger Linus está cada vez más paranoico porque su hijo ha desaparecido. Juliet miente, Kate intenta consolarlo y Roger la acusa de saber algo. Luego va a quejarse a Jack, que intenta calmarlo sin éxito. En paralelo, Phil pilla la cinta que Miles no borró y confronta a Sawyer. Sawyer responde como siempre: con un puñetazo. Lo ata y se prepara para el caos que se avecina.
Horace ordena que el cuerpo sea llevado a la Orquídea, y Miles tiene que hacerlo. Pero esta vez lo acompaña Hurley, que mete bocadillos en la furgoneta. Al poco rato, Hurley se queja de un olor horrible y descubre el cadáver. Miles, harto, le explica que puede comunicarse con los muertos, y Hurley responde que él también… solo que él juega al ajedrez con ellos. Miles le aclara que no, que lo suyo es más “versión radio psíquica” que Ouija deluxe.
En la Orquídea aparece Pierre Chang, muy poco simpático. Se enfada al ver a Hurley y amenaza con mandarlo a limpiar caca de oso polar si abre la boca. Hurley promete callar. Cuando están solos, Miles confiesa que ese tipo gruñón es su padre. Hurley reacciona con entusiasmo infantil.
Chang les pide que lo lleven a la zona de construcción de la estación Cisne, y en el camino Hurley no deja de hacer comentarios tipo “deberías hablar con tu padre”, a lo que Miles responde con silencios incómodos. Llegan justo cuando están grabando los famosos números de la escotilla. Hurley alucina al ver el origen de su mala suerte impreso en metal.
Esa noche, Miles ve a su padre, Chang, cuidando de su yo bebé con ternura. Lo observa desde fuera, dándose cuenta de que quizá el hombre no era el monstruo que su madre le pintó. En ese momento Chang sale y, sin saber quién es realmente, le pide ayuda para ir al muelle. Miles acepta, todavía procesando el shock.
En el muelle, llega el submarino con un nuevo grupo de científicos. Y quien baja, tan tranquilo, es Daniel Faraday, como si nunca se hubiera ido.
By Emilcar FM5
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De pequeño, Miles ya apuntaba maneras: su madre, Lara, busca piso mientras el casero pone cara de “niños no, gracias”. Ella insiste en que Miles es un chico tranquilo. Spoiler: no lo es.
Cuando la madre lo deja a solas con una máquina de refrescos, Miles empieza a oír voces y termina en el apartamento del muerto de al lado. Encuentra el cadáver y le dice a su madre, muy pancho, que el señor le está hablando. Lara entra, ve el panorama y se da cuenta de que su hijo es más El Sexto Sentido que estudiante modelo.
Años más tarde, Lara está enferma y Miles, ahora con más piercings que empatía, le pide respuestas sobre su padre. Ella le dice que las únicas respuestas están bajo tierra, literalmente: su padre murió hace mucho y está enterrado en un lugar al que él nunca podrá ir. Misterio paternal activado.
Luego conoce a Naomi Dorrit, que le ofrece un trabajito un poco más turbio: comunicarse con un cadáver para averiguar quién le pagó por falsificar los restos del vuelo 815. Miles ve el dinero y acepta más rápido de lo que diría “Widmore”.
Después del desastre con Ben niño, Sawyer y Kate vuelven y Sawyer le pide a Miles que borre las cintas de seguridad. Pero justo aparece Horace, que le da un paquete “confidencial” para Radzinsky. Le dice que está entrando en el “círculo de confianza”. Miles asiente con cara de “sí, claro, ahora soy un agente secreto de una comuna hippie”. Sale sin borrar la cinta. Error número uno.
Miles entrega el paquete y Radzinsky le recibe a punta de pistola (trato habitual en Dharma). El misterioso paquete resulta ser una funda para cadáveres. Al abrirla, el muerto tiene un agujero en la cabeza. Miles usa su don y descubre que el tipo murió cuando un empaste le salió disparado por culpa de un campo electromagnético. Así de literal. La Isla, siempre matando con estilo.
Mientras tanto, Roger Linus está cada vez más paranoico porque su hijo ha desaparecido. Juliet miente, Kate intenta consolarlo y Roger la acusa de saber algo. Luego va a quejarse a Jack, que intenta calmarlo sin éxito. En paralelo, Phil pilla la cinta que Miles no borró y confronta a Sawyer. Sawyer responde como siempre: con un puñetazo. Lo ata y se prepara para el caos que se avecina.
Horace ordena que el cuerpo sea llevado a la Orquídea, y Miles tiene que hacerlo. Pero esta vez lo acompaña Hurley, que mete bocadillos en la furgoneta. Al poco rato, Hurley se queja de un olor horrible y descubre el cadáver. Miles, harto, le explica que puede comunicarse con los muertos, y Hurley responde que él también… solo que él juega al ajedrez con ellos. Miles le aclara que no, que lo suyo es más “versión radio psíquica” que Ouija deluxe.
En la Orquídea aparece Pierre Chang, muy poco simpático. Se enfada al ver a Hurley y amenaza con mandarlo a limpiar caca de oso polar si abre la boca. Hurley promete callar. Cuando están solos, Miles confiesa que ese tipo gruñón es su padre. Hurley reacciona con entusiasmo infantil.
Chang les pide que lo lleven a la zona de construcción de la estación Cisne, y en el camino Hurley no deja de hacer comentarios tipo “deberías hablar con tu padre”, a lo que Miles responde con silencios incómodos. Llegan justo cuando están grabando los famosos números de la escotilla. Hurley alucina al ver el origen de su mala suerte impreso en metal.
Esa noche, Miles ve a su padre, Chang, cuidando de su yo bebé con ternura. Lo observa desde fuera, dándose cuenta de que quizá el hombre no era el monstruo que su madre le pintó. En ese momento Chang sale y, sin saber quién es realmente, le pide ayuda para ir al muelle. Miles acepta, todavía procesando el shock.
En el muelle, llega el submarino con un nuevo grupo de científicos. Y quien baja, tan tranquilo, es Daniel Faraday, como si nunca se hubiera ido.

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