Hoy toca off-topic. Quiero hablar del acoso escolar, de mi historia personal, y de lo que creo que deberíamos hacer como víctimas, amigos, padres o profes.
Pero antes, recordemos que en Boluda.com tenéis cursos para emprendedores, marketing online, desarrollo web, y todo lo que necesitáis para vuestro negocio online. Estamos en pleno curso de integración de Odoo con WordPress, en el que aprenderemos a conectar ambas plataformas para gestionar usuarios, ventas, pedidos y automatizar procesos. ¡A por él!
Ahora sí, vamos al lío. Mi padre siempre iba al trabajo con maletín. Y me encantaba. De pequeño, pensé: "Pues yo también quiero uno" Y ni corto ni perezoso, en sexto de EGB, yo iba con mi maletín. Rarísimo, ya lo sé. Era el raro que iba con maletín. Pero a mí me gustaba. La mayoría de compañeros no decían nada. "Pues vale", pensaban. Pero siempre había alguno que tenía que reírse, que hacer la bromita, o que intentaba dejarme en ridículo. Intentaba, porque sinceramente, a mí me daba igual lo que dijeran. Nunca me ha importado ser distinto. Ni en eso, ni en los negocios de fotocopias de Dragon Ball, que ya montaba entonces.
En secundaria la cosa siguió. Empecé a sacar buenas notas, ya no suspendía, y empecé a sacar notables y excelentes. Pero ojo, me costaba. No me salía solo, tenía que estudiar un montón. Además era amable con los profes (como con el resto de personas humanas). Así que gané un nuevo título: el pelota empollón. Supongo que eso daba rabia a algunos. Y uno en particular parecía tener como misión vital meterse conmigo. No sé si era bullying, yo no lo viví así. Quizás era simple chulería con una pizca de querer reafirmarse consigo mismo. Quería dejarme en ridículo delante de los demás. Preguntas molestas en clase, actitudes de macho alfa. A mí no me afectaba especialmente, pero sí iba cada vez un poco más.
Un día, al salir de clase, me cortó el paso. Estábamos aún varios alumnos en el aula. Y empezó de nuevo con sus preguntas para intentar dejarme en ridículo. Pero esa vez yo ya no tenía ganas. Lo empujé. Justo detrás tenía un pupitre y cayó encima, sentándose en él. Empezó a reírse: "Vale, vale, que no hay para tanto, he, he, ha, ha." Y salí del aula. Nunca más me dijo nada.
No creo que llegara a ser acoso como tal. Pero no podía evitar preguntarme: ¿por qué? ¿Por qué le molestaba que fuera distinto? ¿Que llevara maletín, que sacara buenas notas, que fuera amable con los profesores? Es mi vida, hago lo que quiero. ¿De verdad no tenía nada mejor que hacer?
El otro día, llevando a mi hijo al cole, vi a un niño. Peinado rapado, con ese nido de pájaros que se lleva ahora, mirada chulesca, sonrisa burlona. Transmitía esa misma auda que aquel compañero mío. Y lo supe. Era su hijo. Lo supe solo con mirarlo. Días después, hablando con mi hijo, me confirmó que sí, que se comportaba igual. Tal padre, tal astilla.
Y ahí pensé: quizás aquel compañero era así por su padre. O por su entorno. O por vete tú a saber qué. Siempre suele haber una razón detrás del comportamiento de las personas. O quizás no. Pero ojo, que eso no significa que tengamos que aceptarlo. Hay muchos acosadores, muchos bullys. Algunos tendrán sus razones, más o menos justificables. Otros, simplemente, son unos gilipollas. Pero igual que ellos actúan como quieren, nosotros también tenemos derecho a actuar. A no aceptar.
Mi lema es claro: vive y deja vivir. Pero si alguien no te deja vivir, actúa. No te lo calles, no lo sufras en silencio. Enfréntate al problema. Y eso puede significar muchas cosas: hablar con un profe, con tus padres, con quien sea. No estás solo. Hay más buenas personas que malas en el mundo. Y si de verdad no encuentras a nadie que te escuche… escríbeme a mí. De verdad. Si te sientes solo, sin salida, mándame un mail. Me tienes aquí.
Y a los que sois testigos de esto, a los compañeros que ven lo que pasa en clase, por favor: hablad. No os calléis. A veces el acosado no puede, por miedo, por bloqueo. Pero vosotros podéis. No digo que os enfrentéis a nadie, pero sí que aviséis, que hagáis algo. ¿No os pasa que viendo una película donde hay una injusticia os hierve la sangre? Pues eso. En la vida real también. Si lo ves, actúa.
Y a los padres y profesores: estad atentos. No vayáis con el piloto automático. Mirad. Observad. Escuchad. Si veis algo raro, interesaos. El cerebro no se forma del todo hasta los 25 años. Hasta los 12 se están formando conexiones neuronales. Hasta los 20 se desarrolla el sistema límbico, que regula emociones, razonamiento, control de impulsos. Un niño de 10, de 15 años, puede necesitar ayuda. Y no deberíamos fallarle. Los niños deberían ser felices. No deberían tener miedo en la escuela. Una escuela debería ser un lugar seguro, cuidado por adultos responsables.
Y a los chavales que os sentís distintos, raros, que no encajáis: no estáis solos. Aunque ahora lo parezca. Aunque seáis los únicos así en vuestra clase. Allá afuera hay más como vosotros. Hay un lugar, un grupo, una comunidad donde encajaréis. Puede que no lo encontréis hasta que seáis mayores, hasta que trabajéis, o viajéis, o conozcáis otras personas. Pero están ahí. Como diría Saúl, siempre encontrarás un nakama que te acepte como eres y te proteja.
Como siempre, muchas gracias a todos por vuestras valoraciones de cinco estrellas en iTunes y Spotify, suscribiros a los cursos para emprendedores y por estar ahí, al otro lado. Sin vosotros esto no sería lo que es, sin vosotros esto simplemente… ¡No sería!
Nos escuchamos mañana en Así lo hacemos, el mastermind informal en forma de podcast en el que Álex y yo hablamos de cómo llevamos adelante nuestras empresas, sin morir en el intento. Hasta entonces… ¡Muy buenos días!