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📝 Notas y enlaces del capítulo aquí: https://www.jaimerodriguezdesantiago.com/kaizen/210-cual-es-la-idea-mas-peligrosa-que-existe/
El de hoy va a ser un capítulo corto… pero intenso, ya te aviso. Vamos a hacer un curioso recorrido que nos va a llevar por la política, la filosofía, la literatura y las matemáticas. Y todo por culpa de una pregunta.
¿Cuál es la idea más peligrosa que conoces?
Hace tiempo se me ocurrió preguntar esto en twitter. Porque yo voy a seguir llamándolo twitter toda la vida, ya te aviso. El caso es que recibí todo tipo de respuestas. De hecho, te voy a dejar el enlace en las notas por si quieres cotillear.
Pero ya te adelanto que unos decían que el comunismo y otros que el capitalismo.
Hubo quien pensó en las religiones y quien se acordó del Estado, de la redistribución de la riqueza y hasta del altruismo, esa no la vi venir, lo confieso.
También hubo quienes hablaron de esas ideas que yo llamo Mr. Wonderful: que sigas tus sueños, que si quieres puedes, que la generosidad siempre se ve recompensada, que hay tiempo para todo o que los malos siempre pierden al final.
Hubo incluso quien respondió que el brócoli. No la verdura en sí, sino la idea de hacernos creer que está bueno y que es comestible.
También me recordaron un artículo de alguien que pasó por este podcast, Kiko Llaneras, en el que hablaba de un pequeño discurso que dio Isaiah Berlin en 1994, apenas tres años antes de morir, titulado «Mensaje al siglo XXI».
Berlin, que no era un personaje de la Casa de Papel, sino un destacado filósofo y politólogo, por entonces tenía 83 años. De etnia judía, nació en 1909 en lo que hoy es Letonia, pero que entonces era parte del imperio ruso, del que él y su familia emigraron tras la llegada de la Revolución del 17. Es decir, que había vivido casi todo el siglo XX, y había sido testigo directo de muchos de sus grandes cambios. Y de ese siglo sacó una conclusión.
Según él, los mayores horrores en la historia de la humanidad no habían sido causados por emociones negativas como el temor, la avaricia, el odio o las ansias de poder. No. Él pensaba que la causa había sido una idea tan simple como que existe una sociedad perfecta a la vuelta de la esquina. Que podemos alcanzar una sociedad ideal, la mejor posible, cambiando algunas cosas —a veces de forma radical, eso sí.
Si estamos realmente convencidos de que existe una solución para todos los problemas humanos y que si hacemos lo necesario la alcanzaremos, entonces ningún precio será demasiado alto. Ese fin es tan noble y tan obvio que sólo los estúpidos o malvados se resistirán. Quienes se opongan deberán ser persuadidos o, si no es posible, se deberán aprobar leyes para contenerlos. Y si eso tampoco funcionara, habría que recurrir a la violencia, al terror o a la carnicería.
Decía Berlin que en la raíz de esa forma de ver las cosas estaba la creencia de que las preguntas más importantes de nuestra vida, ya sea individual o social, tienen una única respuesta verdadera. Y que una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad ha habido quienes han estado convencidos de que la conocían y de que los únicos obstáculos para llevarla a cabo eran el vicio y la estupidez humanas.
Es como ese viejo chascarrillo que se dice a veces sobre el comunismo: que cada generación piensa que si fracasó antes fue porque no estaban ellos para llevarlo a cabo. Aunque eso mismo podría decirse de muchas otras ideas.
Lo cierto, decía Berlin, es que si la creencia de que una sociedad perfecta nos espera a la vuelta de la esquina es peligrosa es porque no existe una sociedad ideal para todo el mundo. Porque incluso los valores más fundamentales, esos que consideramos casi universales, no siempre son armónicos entre sí. Deseamos la libertad, la seguridad, la igualdad, la felicidad, la justicia, el conocimiento… pero no se puede tener todo de todos ellos. La libertad absoluta no es compatible con la igualdad absoluta o la seguridad perfecta. Y no todos queremos la misma cantidad de todos esos valores.
Pero paremos un momento aquí y volvamos a mi pregunta inicial, esa de «¿cuál es la idea más peligrosa que conoces?». Porque entre las respuestas también hubo quien dijo que la idea más peligrosa era pensar que había ideas peligrosas. Que era como pensar que había tecnologías malas. Dicho de otro modo, que el problema no son las ideas, sino lo que hacemos con ellas. Lo cual nos obliga a dar un paso atrás y hacernos otra pregunta: ¿existen las ideas peligrosas?
PATROCINADOR DEL CAPÍTULO: GREAL, EL SECRETO DE LAS OCHO LLAVES