‘Seminarista’, de Garcigrande; ‘Sacristán’ y ‘Lírico’ de Juan Pedro Domecq fueron los tres toros que han posibilitado a Morante de la Puebla ofrecer un San Isidro histórico en la plaza de toros de Las Ventas que coronó con su primera puerta grande de Madrid el día de la Beneficencia.

“En su cuerpo están metidos todos los grandes toreros de la historia”, asegura Justo Hernández, criador de Garcigrande sobre la faena de mayor profundidad y contenido de todo San Isidro.

“Morante ha regalado los naturales más puros, más bellos y más lentos que yo he visto en Madrid en mi vida, torea en curva y trata de ligar en ese curva al final del muletazo”, manifiesta Juan Pedro Domecq.

Para la historia también quedará las imágenes de su salida en hombros por la calle Alcalá, con la muchedumbre ciega de pasión, llena de jóvenes, creyentes todos ellos con sus corazones restañados después de 27 años de espera. Y todo ello tras superar un durísimo cuadro depresivo que le obligó a cortar la temporada el año pasado.

Hay toreros que podrían ser otra cosa (ejecutivos, abogados, capitanes de barco) sin que se les notara. Pero Morante no podría ser nada distinto a un torero.

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