Un alma en Cristo https://unalmaencristo.my.canva.site/redessociales 🎧 Audio 154 📕 Libro II Un alma en Cristo 9 de abril de 1993 𝕍𝕚𝕖𝕣𝕟𝕖𝕤 𝕊𝕒𝕟𝕥𝕠 He llegado a la iglesia de Nuestra Señora de Montalegre a la una del mediodía. Esta Semana Santa tengo la sensación de haber olvidado a mi Señor. No escribo, hago el Rosario mal, no hablo con Él. Me siento sucia, desagradecida… como si le amara menos y esto me duele mucho. He sentido necesidad de confesarme y lo he hecho con un sacerdote que hay en un confesonario. He pedido perdón por mi desamor. Miro en mi interior y estoy en paz. Siento que, para mí, no hay nada más importante que Él, mi Amado. Pero ¡cuánto me cuesta someterme a lo que Él quiere! Yo, tan impaciente, debo esperar para trabajar sólo para Él. Veo a mi suegro cada vez peor, pero puede durar mucho. Yo estoy atada y, sin embargo, debo trabajar para el Señor. No me queda tiempo ni para la oración. Sé que Él hace estas cosas, ¡nos conoce tanto! Pero yo me impaciento y digo y veo lo poco que soy. Me abandono a su Voluntad. Lo necesito tanto… Necesito mirarlo, sentirme íntimamente unida a mi Creador; pero no puedo. Estoy agobiada por el exceso de trabajo. No llego a todos y tengo la sensación de abandono. Ayer, Jueves Santo, tuve que ir a urgencias con mi suegro. No pude estar con el Señor. No he podido seguir, como en otros años, los pasos de Jesús en su Pasión. Ahora, de pronto, estoy en Montalegre sola ante el Monumento. Él, mi Señor, ya pende de la Cruz y yo he llegado tarde a su encuentro. Amado mío, te quiero. Estoy contigo, mi bien. Hija mía, ¡cuánto te amo! No has llegado tarde. Estabas todo el tiempo a mi lado desde que empezó mi Pasión. Has estado acompañando a mi santa Madre, porque cuando un alma hace lo que debe hacer, está cerca del Señor. Y más cuando esta alma tiende desesperadamente a correr hacia Él. Amada mía, te he sentido cerca de Mí. He sentido tu amor y mi alma, agradecida, derrama torrentes de Gracia sobre mi pequeña. Hija mía, un año más, un año menos para ti y para los hombres. Todo está ya a punto de cumplirse. Sólo deberé ir al Padre donde recibiré honor y gloria. El Redentor del mundo pende de la Cruz por los pecados de los hombres. Tú, mi amor, llora su dolor y acompaña a mi santa Madre. Hija mía, no voy a decirte lo que pasará. Ya sabes que no lo hago pues quiero que el alma, entregada a Mí, viva esperándolo todo de su Creador, con plena confianza en Mí. Hoy, día de mi muerte, antes de ir al Padre quiero que me digas tu "sí": que quieres seguirme, que harás mi Divina Voluntad hasta tu muerte. Este consentimiento tuyo irá conmigo al Padre y estará en su Presencia eternamente. Di, hija mía: ¿Me amas? Sí, más que a nada. ¿Quieres seguirme toda tu vida? Sí, quiero y necesito seguirte. ¿Piensas sacrificarte por tus hermanos? Sí, pienso por tu amor, sacrificarme por ellos, pero necesitaré tu Gracia, pues tengo miedo de mí misma. Hija mía, mi Gracia está contigo y mi Amor te cubre por entero. Estas palabras tuyas estarán en la Presencia del Padre eternamente. Tengo sed, tengo sed… No de agua: tengo sed de almas, sed de amor.
Ya falta poco, hija mía. Ya se nublan mis ojos. Ya sólo veo sombras, ya no distingo a mi santa Madre. ¡Qué agonía, hija mía! ¡Cuánto he sufrido y sufro! Tú sé mi consoladora, consolando a tus hermanos. Ámame, amando a los que se acerquen a ti. Sacrifícate por tu Dios, mira tu interior y piensa: «El Señor está con todo aquel que lo ama. Entraré en mi cámara oculta donde Él me espera y sentados, estaremos íntimamente unidos en el amor del Padre y de la Santísima Trinidad». Hija mía, después escribirás más. Ahora consuela a mi santa Madre. Su dolor es desesperante, no hay consuelo para ella (…).
Grupo María Auxiliadora (1993). Un alma en Cristo Libro II