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por Yaiza Santos
Le habría gustado dar el pase del desprecio al fiscal general, pero no pudo. A estas alturas, el origen de su imputación es un caso menor –un exceso de celo en el dependiente, describió– en relación a todo lo que ha pasado después. Y todo eso que dijo ante un juez del Tribunal Supremo ¡y cómo! Chulo, arrogante y ridículo, con su corbata de simbolitos, como si fuera un antisistema, ya da igual que lo absuelvan. Su actuación no tiene traducción penal, sino política, institucional y moral, y desde cualquiera de esos puntos de vista, debe ser condenado.
Después de leer la información de Max Roser que él mismo citó hace mes y medio –el último accidente aéreo en Estados Unidos había sido en 2009– y condoliéndose por los muertos del río Potomac, sentenció: pasarán muchos más años hasta la próxima tragedia.
Oh, ¡y esa réplica de Salvador Illa a Sílvia Orriols! Queda en ella perfectamente claro cómo el pensamiento nacionalista, de cualquier signo, infecta el lenguaje, casi de manera molecular.
A propósito de las denuncias de varias mujeres que tuvieron relaciones con policías infiltrados, trajo un estudio sumamente interesante sobre los límites de la mentira en el sexo. En él Tom Dougherty argumenta que cualquier tipo de engaño, por pequeño que sea, en esas lides, es muy grave si atañe a un aspecto del encuentro que sea un deal breaker. Así, por ejemplo, ser rubia teñida o un agente secreto.
Se divirtió con Santos haciendo de chino para meterse con DeepSeek –¡y sus partidarios!– y, siendo completamente pertinente, resumió el burning paper de la semana de esta manera: mi Gepetto y yo, los mejores.
Bibliografía:
See omnystudio.com/listener for privacy information.
By El Mundo5
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por Yaiza Santos
Le habría gustado dar el pase del desprecio al fiscal general, pero no pudo. A estas alturas, el origen de su imputación es un caso menor –un exceso de celo en el dependiente, describió– en relación a todo lo que ha pasado después. Y todo eso que dijo ante un juez del Tribunal Supremo ¡y cómo! Chulo, arrogante y ridículo, con su corbata de simbolitos, como si fuera un antisistema, ya da igual que lo absuelvan. Su actuación no tiene traducción penal, sino política, institucional y moral, y desde cualquiera de esos puntos de vista, debe ser condenado.
Después de leer la información de Max Roser que él mismo citó hace mes y medio –el último accidente aéreo en Estados Unidos había sido en 2009– y condoliéndose por los muertos del río Potomac, sentenció: pasarán muchos más años hasta la próxima tragedia.
Oh, ¡y esa réplica de Salvador Illa a Sílvia Orriols! Queda en ella perfectamente claro cómo el pensamiento nacionalista, de cualquier signo, infecta el lenguaje, casi de manera molecular.
A propósito de las denuncias de varias mujeres que tuvieron relaciones con policías infiltrados, trajo un estudio sumamente interesante sobre los límites de la mentira en el sexo. En él Tom Dougherty argumenta que cualquier tipo de engaño, por pequeño que sea, en esas lides, es muy grave si atañe a un aspecto del encuentro que sea un deal breaker. Así, por ejemplo, ser rubia teñida o un agente secreto.
Se divirtió con Santos haciendo de chino para meterse con DeepSeek –¡y sus partidarios!– y, siendo completamente pertinente, resumió el burning paper de la semana de esta manera: mi Gepetto y yo, los mejores.
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