En una expedición al Ártico, un explorador enfrentó una tormenta que desorientó a su equipo. Sin puntos de referencia y con visibilidad casi nula, la situación parecía desesperada. Sin embargo, el explorador sacó su brújula y confiando en su aguja, pudo guiar a todos de regreso al campamento seguro. La brújula, aunque pequeña, fue crucial para su salvación.
Los sabios de Oriente también tenían una guía: “una estrella que los condujo hasta Jesús”. No era solo un fenómeno astronómico, sino una señal divina que los dirigía al Rey de reyes. Su viaje fue largo y desafiante, pero su fe en la guía celestial los llevó a encontrarse con el Salvador.
Hoy, en medio de las incertidumbres y decisiones de la vida, Jesús es nuestra brújula. Su Palabra y Su Espíritu Santo nos orientan, mostrándonos el camino correcto. Cuando confiamos en Él, podemos navegar por las tormentas con la seguridad de que nos llevará a puerto seguro. La Biblia dice en Juan 8:12:
"El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida".