Relata el anuncio del nacimiento de Jesús a los pastores. Un ángel les dice que no tengan miedo porque ha nacido un Salvador, el Mesías, y la señal para encontrarlo es un bebé envuelto en pañales acostado en un pesebre. De repente, aparece una multitud de ángeles del cielo alabando a Dios con el canto: "¡Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres que gozan de su favor!".

Dios guardará en perfecta paz a quienes mantienen sus pensamientos firmes en Él y confían en Él. Este versículo promete paz completa a quienes perseveran en la confianza en Dios, quienes se apoyan enteramente en Él.

Jesús sanó a diez leprosos, de los cuales solo uno, un samaritano, regresó a agradecerle y glorificar a Dios. Mientras los otros nueve se fueron sin agradecer, Jesús le dijo al samaritano: "Tu fe te ha sanado". La historia resalta la importancia de la gratitud y la fe.

Tomás, uno de los doce, llamado el Dídimo , no estaba con ellos cuando Jesús vino. Entonces los otros discípulos le decían: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré.

Jesús insta a no afanarse por la vida, la comida o la ropa, ya que la vida es más que el alimento y el cuerpo más que la vestimenta. Este versículo es parte de un pasaje más amplio donde Jesús enseña a no preocuparse por las necesidades básicas, confiando en que Dios proveerá para quienes busquen primero su reino y su justicia.

"Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido". Este versículo, explicado en el contexto de la parábola de Jesús sobre elegir un asiento en un banquete, enfatiza que la soberbia resultará en humillación pública, mientras que la humildad será recompensada con honor. La grandeza en el reino de Dios se mide por la humildad y el servicio, no por el engrandecimiento propio.

Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente». Este pasaje del Evangelio de San Juan, capítulo 11, versículos 25 y 26, es una declaración de Jesús sobre su poder divino para dar vida eterna a quienes creen en él.

Describen las características del amor verdadero: es paciente, bondadoso, no envidioso, no jactancioso, no arrogante, no grosero, no egoísta, no se irrita fácilmente y no guarda rencor. También dice que el amor no se regocija de la injusticia, sino de la verdad, y que todo lo soporta, cree, espera y sufre.

El amor es un don divino y una característica fundamental de los creyentes en Dios. Un verdadero conocimiento de Dios se manifiesta en la capacidad de amar a los demás, y es un indicador de que uno ha nacido de Dios. La falta de amor, en contraste, demuestra una falta de conocimiento y experiencia de la verdadera naturaleza de Dios, que es amor.

Cuando a Dios haces promesa, no tardes en cumplirla; porque él no se complace en los insensatos. Cumple lo que prometes. Mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas.