Se acordó de aquel amigo suyo que, en los años setenta y en El Cafetín Musiquero, se quitó de encima a una ingenua muchacha al decirle que qué mala suerte, haberle tocado los días de la menstruación anual de los hombres. Y de ahí pasó, insensiblemente, a la menstruación anual del 8 de marzo. De todo la diversión que le proporciona la jornada, subrayó ese estudio que dice que el número de mujeres que se dedican a las matemáticas es mucho menor que a mediados de los noventa. La culpa, cómo no, es de los varones, que han hecho de las matemáticas enseña y agresión machista. ¡Ah, qué pasaría si fuera una chica, él, que pide siempre la revisión de sus artículos con números a su querida hermana, Pilar!

Una cuestión de suma importancia es que Le Pen haya votado a favor de incluir el derecho al aborto en la Constitución de Francia. Se demuestra, una vez más, cómo aquel es un país en el que las creencias están sanitariamente aisladas de la actividad política, algo impensable en el nuestro.

Sobre España y los graves hechos que están teniendo lugar, no quiso pronunciarse más allá del espectáculo grotesco que ha ofrecido el ministro de la Presidencia y de Justicia. Es de prever la reacción del poder judicial, pero no se atreve a decir en qué forma. Esto acaba de empezar.

Y tuvo que volver a dar sus razones sobre las drogas, a raíz de la defensa de la legalización que hizo Ricardo Cayuela. Claro que el Estado puede prohibir la libertad personal de matarse lentamente, como prohíbe ir en un coche sin cinturón de seguridad; por supuesto la comunidad tiene el deber moral de proteger a sus individuos, y sí, es cierto que las drogas pudieron llevar al hombre a la civilización, pero existe un momento crítico, en el que o hay drogas o hay civilización.

Y fue así que Espada yiró.

Bibliografía

-       Los derechos en broma, de Pablo de Lora.

-       La paradoja sexual, de Susan Pinker.

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