Discurso en español: Cómo logré enfrentar el insomnio
Queridos amigos:
Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia muy personal pero, a la vez, muy común en nuestra sociedad moderna: el insomnio. Ese enemigo silencioso que nos roba las noches y nos deja vacíos durante el día.
Durante una etapa particularmente estresante de mi vida —cuando trabajaba bajo presión y al mismo tiempo cuidaba de mi hija pequeña— empecé a notar que me costaba mucho conciliar el sueño. Al principio, pensé que era algo pasajero. Me decía a mí misma: “Solo estoy cansada”. Pero las noches sin dormir empezaron a acumularse como piedras en mi espalda, y el agotamiento físico se convirtió en ansiedad emocional.
La mente no descansaba. Daba vueltas en la cama, repasando cada tarea pendiente, cada conversación, cada preocupación. Incluso cuando por fin cerraba los ojos, los pensamientos me perseguían como sombras. La luz del amanecer no era un alivio, sino un recordatorio de que otra noche se había escapado.
Fue entonces cuando decidí que algo tenía que cambiar.
Primero, dejé de usar pantallas al menos una hora antes de acostarme. Cambié el móvil por un libro suave, de esos que no estimulan demasiado, pero calman. La lectura nocturna se convirtió en un ritual que preparaba mi mente para el descanso. En segundo lugar, introduje rutinas de relajación: una ducha tibia, respiración profunda y música instrumental de fondo. Puede parecer simple, pero estos gestos repetidos cada noche crearon una sensación de seguridad y previsibilidad que mi cuerpo agradeció.
También comprendí algo fundamental: no se trata solo del cuerpo cansado, sino de una mente en paz. Empecé a practicar meditación guiada antes de dormir, y poco a poco, el insomnio fue perdiendo fuerza. Aprendí a no luchar contra el sueño, sino a invitarlo. A aceptar que algunas noches son más largas que otras, pero que siempre llega el momento de descansar.
Hoy en día, todavía tengo noches difíciles, pero ya no me desespero. Sé cómo cuidarme. He descubierto que la calidad del sueño es reflejo directo de cómo vivimos nuestras horas de vigilia: si vamos a mil por hora, la mente no sabe frenar. Pero si aprendemos a respirar, a pausar y a soltar, entonces el sueño llega por sí solo, suave y natural.
Queridos oyentes, si ustedes también están luchando con el insomnio, les animo a mirarse con compasión. No es debilidad, no es pereza. Es una señal de que el cuerpo necesita equilibrio. Y con pequeños cambios, con paciencia y constancia, volver a dormir bien es posible. Yo soy prueba de ello.
Muchas gracias.