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By YOUCAT en español
The podcast currently has 78 episodes available.
Hoy, con la sencillez de niños, consideramos el gran misterio de nuestra fe. El nacimiento de Jesús señala la llegada de la "plenitud de los tiempos". Desde el pecado de nuestros primeros padres, el linaje humano se había apartado del Creador. Pero Dios, compadecido de nuestra triste situación, envió a su Hijo eterno, nacido de la Virgen María, para rescatarnos de la esclavitud del pecado.
El apóstol Juan lo explica usando expresiones de gran profundidad teológica: "En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios" (Jn 1,1). Juan llama "Palabra" al Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Y añade: "Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros" (Jn 1,14).
Esto es lo que celebramos hoy, por eso hacemos fiesta. Maravillados, contemplamos a Jesús acabado de nacer. Es un recién nacido… y, a la vez, Dios omnipotente; sin dejar de ser Dios, ahora es también uno de nosotros.
Ha venido a la tierra para devolvernos la condición de hijos de Dios. Pero es necesario que cada uno acoja en su interior la salvación que Él nos ofrece. Tal como explica san Juan, "a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios" (Jn 1,12). ¡Hijos de Dios! Quedamos admirados ante este misterio inefable: "El Hijo de Dios se ha hecho hijo del hombre para hacer a los hombres hijos de Dios" (San Juan Crisóstomo).
Acojamos a Jesús, busquémosle: solamente en Él encontraremos la salvación, la verdadera solución para nuestros problemas; sólo Él da el sentido último de la vida y de las contrariedades y del dolor. Por esto, hoy os propongo: leamos el Evangelio, meditémoslo; procuremos vivir verdaderamente de acuerdo con la enseñanza de Jesús, el Hijo de Dios que ha venido a nosotros. Y entonces veremos cómo será verdad que, entre todos, haremos un mundo mejor.
Desde el equipo de evangelización YOUCAT en Español queremos desearles una muy ¡Feliz Navidad!
Gracias por aceptar esta iniciativa de evangelización en el continente digital donde queremos llegar a todo el mundo. Esperamos que el año que viene podamos seguir siendo parte de tu vida espiritual y pastoral ofreciendo contenido evangelizador en el que podamos conocer más profundamente nuestra Iglesia Católica y así convertirnos en verdaderos discípulos misioneros. Unidos en la oración con Cristo.
¡Feliz y bendecido día en el niño Jesús!
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¡Ya está aquí! ¡No queda nada para que nazca un año más el Salvador! ¡Qué grande Eres, Señor, y cuanto Amor nos das! Nos regalas el cumplimiento de tu Palabra, sellas tu Alianza como nos dices en el Salmo, a través de la historia del Rey David: “Le guardaré por siempre mi misericordia, mi alianza con él será firme.” (Sal 88, 2-5.27.29). Y es que, hermanos, Dios no falla, no nos abandona… Es quizás el Mundo el que nos confunde y nos hace creer que se cansa o que su amor es imposible, bien por ser demasiado perfecto o bien por parecer un cuento de fantasía, pero hermanos, eso es lo que el Ángel Caído quiere, que caigamos con él y someternos a su desprecio, pues ni él mismo es capaz de entender el amor que derrochó el Señor con su mujer, que no es otra que La Humanidad, hecha para ser uno con Cristo. Él viene para salvarnos, para recordarnos que no estamos solos, que Él es capaz de hacer que florezcan flores en la basura y hacer posible lo imposible, abrazar al corazón más perdido y oscuro y convertirlo en diamante: “El Sol naciente nos visitará desde lo alto, para iluminar a los que yacen en tinieblas y en sombra de muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.” (Lc 1,67-79). Asumamos que vivimos en un lugar donde el Bien y el Mal conviven, y que tenemos la Libertad que Dios nos regaló para participar en la Victoria Final, en la que el Sol sale y jamás se vuelve a poner. Mañana, con el Nacimiento de Cristo y en Pascua con la Resurrección de este Niño, se gana esa batalla que tanto nos cuesta batallar… No cesemos en la lucha, lo que hizo Dios no tiene explicación más allá que EL AMOR. Un amor que no siempre está hecho a la medida de nuestras apetencias, es un amor que abraza, acaricia, enseña, corrige, castiga y no cesa en darnos una y otra oportunidad. “Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo; si algo hace mal le castigaré […] Pero no apartaré de él mi amor” (2S 7,1-5.8b-12.14a.16). El AMOR de Dios no se acaba, grabemos esto en nuestros corazones, porque nuestra alma, que fue pensada desde el principio por Dios, ya lo sabe y lo guarda. No acallemos la voz de nuestra alma y seámosle fieles. A través del alma está Él con su Espíritu, pues con ella volveremos al Padre.
Esta noche puede ser muy diferente según para quién… Hay quién no tendrá casa suficiente para meter a toda la familia y hay quien desearía no haber nacido, quien sienta el calor de Cristo incendiar su corazón y quien se revele contra Él por no sentir más que frío aún sin cesar en su búsqueda. No olvidemos al hermano, este es uno de los caminos que Cristo nos enseña para llegar a Él. Seamos agradecidos a Dios por la vida que nos regala y pidámosle fuerza para que no nos deje caer y alejarnos. Cristo viene, y viene de Verdad, como cada año, como cada día. Hagamos grande el mensaje de la Salvación y no temamos a desearnos los unos a los otros ¡FELIZ NAVIDAD, CRISTO HA NACIDO!
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¡Que importante es ser agradecido con el Señor! Es el primer paso que nos hace reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas. Como Ana que ofreció a Samuel al Señor, porque no tenía ninguna duda que lo había recibido fe Él. «Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.» (1S 1,24-28). Esta misma certeza es la que llevó a María a proclamar el Magníficat, oración que cada tarde reza la Iglesia en la Liturgia de las Horas. María dicr a su prima Santa Isabel: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava..." (Lc 1,46- 56). Meditemos, y hagamos nuestro el contenido del cántico en el que nuestra Madre pone de manifiesto que el Señor premia nuestra humildad.
María se ha beneficiado de la gracia más extraordinaria que nunca ninguna otra mujer ha recibido y recibirá: ha sido elegida por Dios, entre todas las mujeres de la historia, para ser la Madre de aquel Mesías Redentor que la Humanidad estaba esperando desde hacía siglos. Es el honor más alto nunca concedido a una persona humana, y Ella lo recibe con una total sencillez y humildad, dándose cuenta de que todo es gracia, regalo, y que Ella es nada ante la inmensidad del poder y de la grandeza de Dios, que ha obrado maravillas en Ella (cf. Lc 1,49). Una gran lección de humildad para todos nosotros, hijos de Adán y herederos de una naturaleza humana marcada profundamente por aquel pecado original del que, día tras día, arrastramos las consecuencias.
En unos minutos de silencio interior oremos el salmo "El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece" ( Sal 1S 2,1. 4-5.6-7.8).
¡Feliz y bendecido 4to miércoles de Adviento!
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¡Que importante es ser agradecido con el Señor! Es el primer paso que nos hace reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas. Como Ana que ofreció a Samuel al Señor, porque no tenía ninguna duda que lo había recibido fe Él. «Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí junto a ti, rezando al Señor. Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. Por eso se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo.» (1S 1,24-28). Esta misma certeza es la que llevó a María a proclamar el Magníficat, oración que cada tarde reza la Iglesia en la Liturgia de las Horas. María dicr a su prima Santa Isabel: "Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava..." (Lc 1,46- 56). Meditemos, y hagamos nuestro el contenido del cántico en el que nuestra Madre pone de manifiesto que el Señor premia nuestra humildad.
María se ha beneficiado de la gracia más extraordinaria que nunca ninguna otra mujer ha recibido y recibirá: ha sido elegida por Dios, entre todas las mujeres de la historia, para ser la Madre de aquel Mesías Redentor que la Humanidad estaba esperando desde hacía siglos. Es el honor más alto nunca concedido a una persona humana, y Ella lo recibe con una total sencillez y humildad, dándose cuenta de que todo es gracia, regalo, y que Ella es nada ante la inmensidad del poder y de la grandeza de Dios, que ha obrado maravillas en Ella (cf. Lc 1,49). Una gran lección de humildad para todos nosotros, hijos de Adán y herederos de una naturaleza humana marcada profundamente por aquel pecado original del que, día tras día, arrastramos las consecuencias.
En unos minutos de silencio interior oremos el salmo "El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y la riqueza, humilla y enaltece" ( Sal 1S 2,1. 4-5.6-7.8).
¡Feliz y bendecido 4to miércoles de Adviento!
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Hoy, el texto del Evangelio corresponde al segundo misterio de gozo del Santísimo Rosario: la «Visitación de María a su prima Isabel». ¡Es realmente un misterio! ¡Una silenciosa explosión de un gozo profundo como nunca la historia nos había narrado! Es el gozo de María, que acaba de ser madre, por obra y gracia del Espíritu Santo. La palabra latina “gaudium” expresa un gozo profundo, íntimo, que no estalla por fuera. A pesar de eso, las montañas de Judá se cubrieron de gozo. María exultaba como una madre que acaba de saber que espera un hijo. ¡Y qué Hijo! Un Hijo que peregrinaba, ya antes de nacer, por senderos pedregosos que conducían hasta Ain Karen, arropado en el corazón y en los brazos de María.
Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Las palabras de la prima de María traspasarán los tiempos: "¡Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!" (cf. Lc 1,42). El rezo del Rosario, como fuente de gozo, es una de las nuevas perspectivas descubiertas por San Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre El Rosario de la Virgen María.
La alegría es inseparable de la fe. "¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?" (Lc 1,43). La alegría de Dios y de María se ha esparcido por todo el mundo. Para darle paso, basta con abrirse por la fe a la acción constante de Dios en nuestra vida, y recorrer camino con el Niño, con Aquella que ha creído, y de la mano enamorada y fuerte de san José. Por los caminos de la tierra, por el asfalto o por los adoquines o terrenos fangosos, un cristiano lleva consigo, siempre, dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los otros. Todo bien aunado: con una unidad de vida que impida que haya una solución de continuidad entre una cosa y otra.
¡Feliz y bendecido martes para todos!
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Hermanos, en estos días vayamos al núcleo de nuestro corazón, allí dónde nace Jesús, allí donde no tenemos que tener miedo de ser juzgados, allí donde Él nos ama tal y como somos, allí dónde están todas nuestras buenas intenciones, allí donde un ángel nos dice: «Alégrate (...) el Señor está contigo» (Lc 1,26-38) a la espera de un sí valiente y sencillo, como el de nuestra madre, la Virgen María. Un sí que se deje caer con los ojos cerrados en las manos de Jesús, un sí que diga: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,26-38)
Vayamos más allá de lo cotidiano, tengamos gestos de hermandad, tengamos los brazos abiertos, dirijamos la mirada a los ojos del necesitado, dejemos florecer esas buenas intenciones, pues allí «va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria» (Sal 23,1-2.3-4ab.5-6).
¡Feliz y bendecido lunes!
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Este cuarto domingo de Adviento nos prepara y nos introduce en el misterio de la Navidad, con María como protagonista. «María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña» (Lc 1, 39). El Evangelio de hoy nos narra la visita de la Madre de Dios a su prima Isabel. No se trata de una visita de cortesía. Aún después del anuncio de que va a ser la Madre del Hijo de Dios, María sigue siendo la misma. El servicio es lo suyo. Y con espíritu de servicio se va inmediatamente a visitar a su anciana prima embarazada para ayudarle en todo lo que necesite. Y también para compartir con ella la alegría por la llegada de los tiempos de la salvación. «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?» (Lc 1,42-43). En el encuentro entre las dos mujeres se manifiesta el don del Espíritu que hace saltar de gozo al niño en el seno de Isabel. Y el misterio de la encarnación se hace realidad gracias a la fe de María que se fía de Dios y acepta totalmente su plan. Por eso Isabel le felicita: «¡Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá!».
Imitemos a María en este tiempo de Adviento y de Navidad, visitando a quienes pasan por dificultades, especialmente a los enfermos, a los encarcelados, a los ancianos y a los niños.
¡Feliz y bendecido 4º domingo de Adviento!
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"José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer."
Hoy, la liturgia de la palabra nos invita a considerar el maravilloso ejemplo de san José. Él fue extraordinariamente sacrificado y delicado con su prometida María.
No hay duda de que ambos eran personas excelentes, enamorados entre ellos como ninguna otra pareja. Pero, a la vez, hay que reconocer que el Altísimo quiso que su amor esponsalicio pasara por circunstancias muy exigentes.
Ha escrito el Papa San Juan Pablo II que «el cristianismo es la sorpresa de un Dios que se ha puesto de parte de su criatura». De hecho, ha sido Él quien ha tomado la “iniciativa”: para venir a este mundo no ha esperado a que hiciésemos méritos. Con todo, Él propone su iniciativa, no la impone: casi —diríamos— nos pide “permiso”. A Santa María se le propuso ¡no se le impuso! la vocación de Madre de Dios: «Él, que había tenido el poder de crearlo todo a partir de la nada, se negó a rehacer lo que había sido profanado si no concurría María» (San Anselmo).
Pero Dios no solamente nos pide permiso, sino también contribución con sus planes, y contribución heroica. Y así fue en el caso de María y José. En concreto, el Niño Jesús necesitó unos padres. Más aún: necesitó el heroísmo de sus padres, que tuvieron que esforzarse mucho para defender la vida del “pequeño Redentor”.
Lo que es muy bonito es que María reveló muy pocos detalles de su alumbramiento: un hecho tan emblemático es relatado con sólo dos versículos (cf. Lc 2,6-7). En cambio, fue más explícita al hablar de la delicadeza que su esposo José tuvo con Ella. El hecho fue que "antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo" (Mt 1,19), y por no correr el riesgo de infamarla, José hubiera preferido desaparecer discretamente y renunciar a su amor (circunstancia que le desfavorecía socialmente). Así, antes de que hubiese sido promulgada la ley de la caridad, san José ya la practicó: María (y el trato justo con ella) fue su ley.
Oremos junto al Salmo 71: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas; bendito por siempre su nombre glorioso; que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén!"
Feliz y bendecido sábado de Adviento!
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Hoy en las lecturas podemos entrever lo pensado que lo tiene todo Dios; Él tiene un plan perfecto para toda su creación. Ya desde nuestros ancestros se proclamaba la venida de Dios como Hombre a la Tierra, se hablaba de la gran Victoria del Bien sobre el Mal a través de Cristo y así fue. En el Evangelio también vemos como se cumplen las profecías de nuestros Padres, con claridad y exactitud. Entonces, si todo aquello se cumplió, ¿Cómo no se va a cumplir la Palabra del Nuevo Testamento? Ver como Dios no abandonó a su pueblo elegido, aun cuando este le dió la espalda, y continuó con su Verdad, trayendo a la Tierra a Jesús, nos debería de hacer reflexionar seriamente en el sentido de nuestras vida y el camino que vamos tomando. Sabiendo que la Palabra es Verdadera es mucho más que saltar sabiendo que hay una red que nos salvará del golpe, es vivir sin miedo a la Muerte, es creer de verdad que Cristo venció, y que pase lo que pase, tanto en la Humanidad como en nuestra vida en particular, siempre se puede ser salvado, SIEMPRE. Salvados del Mal que nos cansa, nos hiere y nos hace tristes, ese dolor que no cesa y deseamos borrar… En fin, del pecado, que es lo único que nos aleja de Cristo, y solo tiene como fin hacernos sentir indignos de Él. “En él serán benditas todas las tribus de la tierra; todas las naciones lo proclamarán dichoso” (Sal 71,1-4ab.7-8.17)
Estamos a punto de concluir la ¡tercera semana de Adviento! Ya es más de medio mes preparando de nuevo su Nacimiento, cambiando por Él y poniendo bien bonito nuestro corazón, o por lo menos dejándolo abierto para que Jesús haga con él lo que mejor le convenga. No seamos reacios ni gruñones a la hora de recibir a Cristo, pues Él es nuestra única esperanza y el camino para irnos alegres de Aquí.
¡Feliz y bendecido viernes!
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En el evangelio de hoy, Jesús nos hace una pregunta "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto?" Nos encontramos a pocos de días de terminar el adviento y podemos reflexionar sobre cómo hemos vivido estas semanas ¿Qué saliste a buscar en este adviento? ¿cuáles eran tus objetivos? Un cambio, una luz en medio de alguna duda, respuestas... Dile al Señor qué estás sintiendo en tu preparación hacia su llegada.
En la cuenta atrás hacia la Navidad, Jesús nos recuerda que una virtud importante a trabajar en el adviento es la humildad y para ello tenemos que replantearnos si estamos buscando a Dios en los lugares adecuados y en los ambientes acertados. Quizás sea momento de replantearnos la grandeza que vino Jesús a demostrar y el ejemplo de Juan, hombre sencillo, fiel mensajero y con el corazón puesto en Dios y su plan sobre la humanidad. Centrar la mirada en lo importante nos hará experimentar la alegría de lo esencial y más grande, el amor que habita en lo pequeño, reflejando así su grandeza "Os digo que entre los nacidos de mujer nadie es más grande que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él" (Lc 7,24-30).
El amor de Dios se deleita en la belleza de quien busca el bien, como lo hacía Juan y su fidelidad por la humanidad es inimaginable; Él siempre encuentra motivos para amarnos. "Aunque se retiren los montes y vacilen las colinas, no se retirará de ti mi misericordia,ni mi alianza de paz vacilará" (Is 54,1-10).
¡Feliz y bendecido jueves de adviento!
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