La historia de vida de Jineth Bedoya Lima es excepcional. Entrelaza su valentía, su compromiso para con el ejercicio del periodismo libre y su poderosa sensibilidad en la defensa de los derechos humanos de las mujeres ultrajadas sexualmente y violentadas de cualquier forma.
Es, al mismo tiempo, una historia estremecedora, perturbadora y cruel, y por ello, cada vez que alza la voz para relatarla enfrenta con coraje la inevitable revictimización. Una y mil veces, sí, porque el punto de inflexión de su vida ocurrió el 25 de mayo del año 2000 cuando fue secuestrada, torturada y violada.
A ese ultraje se sumó el abandono de la justicia de su país Colombia, que a la fecha no ha llevado a juicio a los autores intelectuales de su secuestro a quienes ella conoce perfectamente por su trabajo periodístico.
Ese hecho hilvana otro capítulo que se desarrolla a partir de su decisión de romper el silencio y hablar de la violación sexual de la que había sido víctima, lo que calló por nueve años.
Eso le abre el camino al sistema interamericano de protección de derechos humanos y logra tras once años de esfuerzos en octubre 2021 un fallo histórico a su favor por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que por primera vez establece el riesgo diferenciado mujeres periodistas y determina que la violencia sexual contra ellas es una práctica que subsiste para silenciar a la prensa.
Jineth Bedoya, que decidió convertir su dolor personal en una lucha colectiva con su campaña “No es hora de callar” es hoy un referente continental y por ello ha sido merecedora de una enorme cantidad de premios y reconocimientos.
“Mi tiempo se acaba”, nos dijo el martes, cuando grabamos esta conversación, tres horas antes de regresar a Bogotá donde de nuevo vive amenazada de muerte por negarse a guardar silencio.
Su poderosa historia la compartimos gracias a su disposición y generosidad, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer.