Medardo Fraile nació en Madrid el 21 de marzo de 1925. Su primera ficción
narrativa surgió a la edad de cinco años en un banco madrileño de la calle
Princesa, hecho que además de sorprendernos hace que nos preguntemos
por qué un niño de cinco años se sienta en un banco en Madrid y siente
la necesidad de crear un relato, de manera aparentemente sencilla, y poco
habitual en un niño de su edad, por la naturaleza del relato. La lectura
de su obra narrativa, tan estrechamente unida a su biografía, así como alguno
de sus numerosos artículos, nos confirman el efecto que produjo en el
Medardo Fraile niño la ausencia de su madre, fallecida meses antes del
surgimiento de ese primer cuento. Él mismo en "Crónica de mí mismo
y alrededores" (artículo publicado en 1988 y posteriormente en 1997)1 nos
confirma sucintamente ese dato: "Hasta los cinco años, mi vida estuvo
condicionada por la enfermedad de mi madre, que murió a los treinta y
tres años de una cardiopatía de tipo reumático". Este hecho, esquematizado
aquí de modo meramente informativo, cobra una mayor emotividad al
ser transformado en ficción narrativa en su novelaAutobiografta (publicada
en 1986)2
, que además de suponer un documento importante como
testimonio del ambiente madrileño desde los años veinticinco a los años
treinta del pasado siglo, es también el resultado de los sentimientos de
ausencia y soledad que produjo en el jovencísimo Medardo Fraile la muerte
de su madre, que marcó su vida, y de una forma decisiva también el
desarrollo de su oficio, primero en España, y posteriormente, a partir de
1964 en el Reino Unido, donde vive actualmente. Y aquí tenemos la primera
huella dactilar, las primeras señas de su identidad y la necesidad de contar,
que lo lleva hacia la escritura. De las páginas de su novela, su única novela
larga, extraemos el siguiente fragmento:
"Al llegar al portal se soltó y subió la escalera a saltos. La puerta estaba
entornada. La empujó y se lanzó a la alcoba a besar a su madre. Abrió
la puerta y vió el cuarto vacío y el balcón de par en par y, en un rincón,
un montón de lana.
Alguien le llevó al comedor, mientras el beso que le corría prisa dar,
ahorrado tantos días, se le anudaba incrédulo en el cuerpo, en el vacío,
en el aire."