Betelgeuse revela su estrella compañera gracias a Gemini North, un hallazgo que cambiará nuestra mirada estelar Por Félix Riaño @Locutorco
Betelgeuse, el punto rojizo que marca el hombro de Orión, está a unos 650 años luz —aproximadamente 6,1 cuatrillones de kilómetros— de la Tierra. Hoy vamos a contar que no brilla sola: el telescopio Gemini North en Hawái captó, mediante imágenes rápidas de «tavelas» o speckle imaging, una diminuta estrella azul-blanca orbitando dentro de la atmósfera hinchada de la supergigante roja. La compañera es seis veces menos luminosa, posee una masa de 1,5 Soles y recorre una órbita de apenas 4 Unidades Astronómicas, unos 600 millones de kilómetros, distancia tan corta que cabría holgadamente dentro de la órbita de Júpiter. Este descubrimiento resuelve un enigma de siglos sobre las variaciones de brillo de Betelgeuse y plantea una nueva duda fascinante: ¿qué sucederá con esa pequeña estrella cuando el gigante rojo explote en una futura supernova visible a plena vista?
Pero el pequeño vecino podría desaparecer mucho antes del estallido La aventura empezó con un misterio de luz. Desde la Antigua Grecia, astrónomos aficionados notaron que Betelgeuse late: se oscurece y se ilumina en ciclos de 400 días y, aparte, en ciclos de casi seis años. Esa segunda cadencia despertó la sospecha de que algo orbitaba al gigante. Intentos anteriores con el Hubble y el observatorio de rayos X Chandra no dieron pistas. Entonces, Steve Howell y su equipo de la NASA decidieron usar Alopeke, un instrumento que toma miles de fotos de un cuarto de milisegundo y las combina para “congelar” las turbulencias del aire. Así apareció un puntito azul, tan tenue que muchos no lo habrían creído real de no ser por la nítida separación angular de apenas 0,05 segundos de arco, similar a distinguir dos fuegos artificiales separados por la anchura de una moneda vista a 40 kilómetros.
Ahora surge un problema apasionante. La compañera, batizada de forma provisional «Siwarha», viaja inmersa en las capas externas de Betelgeuse, hechas de gas caliente y polvo. Esa proximidad genera fricción estelar: el gas de la supergigante frena la órbita del astro menor, igual que el aire frena a un ciclista. Los cálculos indican que la órbita de Siwarha va a decaer y la estrella podría caer en espiral hasta quedar engullida en menos de diez mil años, un suspiro cósmico. Además, cada vuelta de esta bailarina estelar revuelve las capas del gigante, expulsando más polvo al espacio y dándonos falsas alarmas de supernova, como el Gran Atenuamiento de 2019 a 2020. Observar ese proceso es complicado porque el resplandor anaranjado de Betelgeuse satura detectores y tapa el brillo azulado de su vecina; solo técnicas de alta resolución permiten separar ambas luces sin deformar la imagen.
¿Qué vamos a aprender después? Primero, los astrónomos planean vigilar la pareja hasta noviembre de 2027, cuando la órbita la aleje un poco más y facilite mediciones precisas de masa, temperatura y composición. Con esos datos vamos a refinar modelos de evolución estelar: Betelgeuse, con un radio de unos 487 millones de kilómetros —casi la distancia entre el Sol y el cinturón de asteroides— se encuentra en fase final de vida y terminará reventando en una supernova que iluminará nuestros cielos tanto como la Luna durante varios meses. Siwarha servirá como “termómetro” interno, midiendo la pérdida de masa del gigante y avisando de cambios bruscos. Además, el hallazgo abre la puerta a buscar compañeros en otras supergigantes, lo que podría explicar irregularidades luminosas en estrellas cercanas como Antares. Finalmente, cuando Betelgeuse explote, parte de su material va a caer sobre Siwarha, quizás formando un disco de gas brillante que, por unos años, adornará la constelación de Orión como un brazalete cósmico fácilmente visible con pequeños telescopios.
Betelgeuse es joven para su tamaño: apenas 10 millones de años frente a los 4 600 millones del Sol. Ese ritmo acelerado de vida se debe a su masa: unas 20 veces la solar. Cuando una estrella tan grande agota el hidrógeno central, se expande, enfría la superficie y adopta el tono rojizo característico. En 2019, su brillantez cayó un 40 %, dando pábulo a titulares sobre una “supernova inminente”. Más tarde, estudios con el Very Large Telescope mostraron un penacho de polvo expulsado desde su hemisferio sur, mezcla de cenizas estelares y silicatos. Casos parecidos ocurrieron con la supergigante VY Canis Majoris, lo que sugiere que estos eventos de “tos estelar” son habituales en gigantes en decadencia. La confirmación de Siwarha aclara la oscilación de seis años: cada vez que la compañera se adentra en las zonas más densas de la atmósfera, arrastra gas y lo expulsa como si agitara un velo de nubes. Gracias a este sistema doble, la próxima generación de telescopios —James Webb, ELT y el propio Gemini tras su actualización— va a probar modelos de hidrodinámica estelar en tiempo real, convirtiendo a Betelgeuse en el laboratorio natural más cercano para estudiar las últimas fases de las estrellas masivas.
Betelgeuse ya no es la solitaria del vecindario cósmico: su compañera Siwarha confirma teorías centenarias y nos brinda una oportunidad única para observar cómo un gigante rojo evoluciona con un aliado tan cercano. Cuéntame qué te parece este baile estelar y comparte el episodio. Sigue Flash Diario en Spotify para más historias del cielo.
Betelgeuse revela estrella compañera; órbita diminuta, posible absorción en 10 000 años. ¡Atentos a la supernova más cercana!Bibliografía
- Cosmos Magazine
- Science News
- Space.com
- Phys.org
- EarthSky
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