¿Te ha pasado que no puedes dormir pensando en esa conversación que tienes que tener y que absolutamente no quieres que suceda?, ¿Te pasas el día construyendo oraciones sola en tu cabeza, pero por nada quieres ponerlas en voz alta?, ¿Te asustas ante la posibilidad de iniciar o verte en un diálogo espinoso?, ¿Evades temas por completo?, ¿Has pateado discusiones por semanas, meses incluso años esperando a que llegue el momento ideal?, ¿Te has dejado carcomer por una duda porque no te atreves a hacer la pregunta? Entonces nos enfrentamos al siguiente dilema: evadir o confrontar.