Al este de Portugal, enclavada a orillas del río Ponsul, un afluente del Tajo, se encuentra la aldea de Idanha-a-Velha (Idaña la Vieja). Bajo su trama urbana se esconden las ruinas de una ciudad con una larga historia. Fundada por los romanos en tiempos de Augusto, a fines del s.I a.C., bajo los Flavios se convirtió en municipium, con el nombre de civitas Igaeditanorum. Su ubicación estratégica, sobre la calzada romana que conectaba Augusta Emerita con Bracara Augusta, y la presencia de oro aluvial en los arroyos de la región, la convirtieron en una ciudad importante de la Lusitania romana. Aunque los testimonios de época son escasos, se sabe que en tiempos del Reino Suevo recibió el nombre de Egitania, y que por entonces ya era sede episcopal, dignidad que mantuvo luego de la conquista visigoda; en este último período se estableció allí una ceca, seguramente para procesar el oro que, aunque profusamente explotado en tiempos romanos, todavía era obtenido en la región.