Según una encuesta realizada por la revista Time Out en la que participaron 37.000 personas de 30 países distintos, el acento de España es el cuarto más sexy del mundo. Los tres primeros lugares los ocupan el británico, el francés y el italiano.

A su vez, dentro de España conviven muchísimos acentos distintos. De todos ellos, según afirman varios estudios, el más pegadizo es el andaluz. Le sigue el gallego. Tras conocer este dato, un Manuel Burque más orgulloso de su acento que nunca se lanza a la Gran Vía para empaparse de los dejes de los demás. Después de escuchar varios insultos ecuatorianos y de que una chica francesa le pregunte si es andaluz, Burque encuentra aquello que buscaba: un madrileño de pura cepa. De los que piensan que en su “Madriz” no hay acento alguno.

Florentino Paredes, doctor en filología hispánica y catedrático del departamento de filología, comunicación y documentación de la Universidad de Alcalá, asegura que todo el mundo tiene acento y que, de hecho, “es una marca que nos ayuda a reconocernos como miembros de un grupo”. Por otro lado, Florentino cuenta que no es sencillo adquirir el deje de un lugar distinto, aunque pueda parecer lo contrario. Según dice, se trata de un proceso largo que suele completarse “de manera inadvertida”.

Este doctor en filología hispánica también destaca que hay algunos acentos que, por norma general, gustan más que otros. Eso provoca que los miembros de ciertas comunidades intenten disimular el suyo para encajar mejor y “pasar desapercibidos” y que otros busquen potenciarlo “para dejar claro cuál es su origen y no parecerse a los demás”.

Los clichés juegan un papel importante en este asunto: “acentos como el andaluz se escuchan poco en los medios y, cuando se escuchan, van con una carga alta de estereotipos”, comenta Florentino. Añade que, partiendo de la base de que no existe el acento “neutro”, hay que lograr que todos los existentes sean considerados desde un punto de vista igualitario.