Pertenecemos a un reino espiritual donde Dios guía nuestras vidas, y lo obedecemos por amor, gratitud y porque recordamos lo que hizo por nosotros. En nuestro camino, nos encontramos con problemas, aflicciones y el adversario, Satanás. Siendo hijos de Dios, no debemos temer a estos problemas. Debemos afirmar nuestra condición como hijos de Dios y hacer que el enemigo escuche esta declaración. No podrá tocarnos ni herirnos, pues somos hijos de Dios.
Cuando Jesús murió por nuestros pecados, obtuvimos el privilegio de un contacto directo con Dios siempre que lo necesitemos. No es necesario pedir permiso ni esperar turno; Él siempre está ahí para nosotros, ya que es nuestro Padre y nos ama. Este contacto directo se establece a través de la oración y cuando hablamos con Él, y debe mantenerse siempre presente en nuestras vidas.