En el fondo, lo que todos los hombres y mujeres buscan, aún sin conocer a Dios, es la libertad, y en esa búsqueda se pierden, porque la libertad no depende de una condición social, de una economía estable, ni de una falsa sensación de bienestar. La libertad viene de Jesucristo, que murió en la cruz hace más de 2000 años. Nosotros, como hijos de Dios, tenemos una doble responsabilidad. Por un lado, tenemos la responsabilidad de llevar su palabra a quien se alejó de él y, por el otro, de llevar su palabra a aquellos que no la conocen. Todos somos iguales y Jesús es nuestra guía. Frente a los problemas que sucedan, él está con nosotros y el Espíritu Santo llegará a todos. Familias enteras van a conocer al Señor y van a volver aquellos que se habían alejado.