Cada interlocutor negaba ser origen de la infame ventosidad; el círculo se cerraba y todo acusaba a la reina, que era, en realidad, la artífice del pavoroso pedo. Solo faltaba por hablar Sir Walter Raleigh el noble predilecto de Isabel, que entendió cuál era su dura misión: mentir para salvar el prestigio de la soberana”.
Cada interlocutor negaba ser origen de la infame ventosidad; el círculo se cerraba y todo acusaba a la reina, que era, en realidad, la artífice del pavoroso pedo. Solo faltaba por hablar Sir Walter Raleigh el noble predilecto de Isabel, que entendió cuál era su dura misión: mentir para salvar el prestigio de la soberana”.