Está fascinado con la capacidad de envilecimiento de Pedro Sánchez y su proceso de enmascaramiento no ante los ciudadanos ¡sino ante él mismo! ¿Qué respeto se tendrá ante el espejo, en ese momento de introspección que todo hombre padece?

Ahora bien, si el presidente en funciones puede decir tranquilamente "Una crisis política nunca tuvo que derivar en una acción judicial" es porque existe una debilidad conceptual. Claro que Puigdemont es un prófugo político. Claro que con la política puede delinquirse.

En este oficio, confesó, es obligatorio protegerse del envilecimiento de comentar ciertas cosas que pasan. Ese arrastrarse por el fango, como el que vio en el cabello de aquella camarera M.F.K. Fisher. Ahora que la India quiere llamarse Bharat aprovechó para recordar su lección recurrente: el mayor prestigio para un topónimo es que pueda ser dicho en otras lenguas, pues solo lo importante se traduce.

Lejos de todo ese fango están Els Joglars, que ensayan El rey que fue bajo la dirección de Boadella. El lunes fue hasta la Cúpula de Pruit y atestiguó dos genialidades: el genio de Ramón Fontseré, en la piel del rey Juan Carlos antes incluso de abrir la boca, y el maravilloso personaje del bufón pijo, no siempre pleonasmo.

Se citó a Juan Abreu y a Dominique Lapierre y Larry Collins. Pide una entrevista con El Cordobés y aconseja a González y a Guerra: lo que tienen que hacer es marcharse del Partido Socialista, donde ya no hay ni habrá ningún Gómez Llorente.

 

Y fue así que Espada yiró.

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