Muchos de vosotros habréis escuchado alguna vez de la existencia del Premio de Roma, un galardón otorgado anualmente en Francia que, durante muchas décadas, premió a muchísimos artistas de disciplinas diferentes con la oportunidad de pasar una temporada en la Ciudad Eterna dedicándose exclusivamente a la creación artística. En la música, el Premio de Roma ha estado asociado, desde su implementación en 1803, a los mayores compositores franceses de la Historia, pues ilustres como Héctor Berlioz, Claude Debussy o Charles Gounod consiguieron hacerse con él. Sin embargo, hoy contaremos cómo uno de los compositores franceses más queridos, Maurice Ravel, jamás pudo hacerse con el galardón pese a sus múltiples intentos. Esto, que podría pasar por una simple anécdota, nos sirve en realidad para reflexionar sobre el cambio de estética de la música francesa a principios del siglo XX y para descubrir una de las redes de corrupción más impresionantes de la música.