Las imágenes del reportaje del periodista Javier Jiménez han dado la vuelta al mundo. El archiconocido poblado chabolista de Son Banya, en Mallorca, epicentro del narcotráfico; da paso a una nueva época hormigonando la entrada, iluminándola con LED, con un cartel luminoso que reza 'Las Vegas' y hasta una rotonda coronada por una embarcación de varios metros de eslora. No es surrealismo, es la realidad. Así se recibe a los clientes adictos en el poblado de la droga más peculiar del país.

Como un día cualquiera, Miquel Àngel Valls, de 20 años, salió el 5 de enero de 1998 a dar una vuelta por Palma. Dos personas, una vecina y un familiar, lo vieron regresar hacia su casa; a la que nunca llegó. A partir de ese momento comenzó un auténtico calvario para sus padres que lo definían como un chico introvertido que no tenía problemas con nadie.

Fue un crimen atroz. Aunque no se enteró mucha gente. La censura franquista impidió que los medios de comunicación ofrecieran una cobertura ampliada de la noticia. Ocurrió en 1971 y en Valencia, aún con sangre mallorquina. ¿La víctima? Un niño de nueve años.

Antonio era Guardia Civil pero ya no ejercía. En marzo de 1987 trabajaba como conserje en un hotel de Cala Millor, en Son Servera. Durante uno de sus turnos de noche, lo cosieron a puñaladas. Todos pensaron que habría sido un ajuste de cuentas pero nada más lejos de la realidad.

Pasaba un cuarto de hora de las once de la mañana de aquel 10 de marzo de 2016 cuando Carlos Villegas, 'la maldad personificada', entró en el cuartel de la Guardia Civil de Artà acompañado de su abogada. «He matado a mi novia», espetó. La víctima, Victoria Sard Massanet, yacía sin vida en la cama de la casa de su novio en Son Servera, aparentemente estrangulada.

Nadie sabrá nunca cómo ocurrió. O por qué aquel 2 de julio de 1980, José Luis y Juan Miguel decidieron jugarse la vida en un reto macabro que acabó en un baño de sangre. ¿Quién disparó primero? ¿El juego salió mal o ambos buscaron intencionadamente suicidarse de un tiro? Playa de Palma guarda en sus entrañas el secreto, 45 años después...

El 23 de enero de 2016 un británico llamó muy alterado al centro de emergencias del 112: «He matado a mi mujer», exclamó. Warren Lyttle aseguró que estaba realizando una serie de juegos sexuales con su esposa, Lisa Jane, de 49 años, cuando se produjo el supuesto «accidente». ¿Qué ocurrió en realidad?

¿Actuó en Mallorca un asesino en serie con dos años de diferencia? Durante décadas, la pregunta ha estado en el aire. En abril de 1978 una guía sueca de 25 años fue asesinada brutalmente en Bendinat y en enero de 1980 otra joven de la misma edad, y casi de idéntica apariencia, fue destrozada a golpes en Son Moix. Las similitudes de ambos casos fueron tales que los investigadores buscaron a un psicópata que nunca se encontró. Incluso los dos cuerpos, cuando fueron descubiertos, estaban en la misma postura. Esta es la crónica de dos crímenes sobre los que 44 años después aún planea la sombra de un sádico.

Esta pareja, residente en los años 60 de una urbanización palmesana, fue literalmente 'cazada' por un vecino de Muro al que le enloquecieron los celos. Sesenta años después, los más veteranos todavía recuerdan la violencia y crueldad que se ejerció aquella noche.

Fue una puñalada única y mortal. A primera hora de la mañana y en una cocina de la calle Socors. Bao Li murió a manos de su hermano mayor y provocó en Palma una trágica y dantesca escena que aún se recuerda.