El 23 de febrero de 2024 la falsa noticia de su muerte disparó las redes, anticipando sentidas notas de despedida y provocando disímiles reacciones, marcadas en su mayoría por la inmensa popularidad que, durante más de sesenta años, se ganó en los escenarios.
Corrían los primeros años 50, cuando Neris Amelia Martínez Salazar desaparecía para dar paso a su alter ego. Desde entonces a Juana Bacallao le tocó imponer su talento, a pesar de los escollos del racismo y el clasismo.
Irónicamente, una década después, recién instaurada la política cultural "revolucionaria", tuvo que sumar a sus viejas batallas la indiferencia y el desprecio institucionales.
Su arte, denostado por "kitsch" y "decadente", resultaba contrario a la pureza ideológica de los nuevos cánones sociales impuestos por la élite.
Negra, pobre y poco agraciada, Juana entonces tuvo que reforzar su coraza de sangre, sudor y lágrimas. Jamás le perdonaron ser la guerrera que fue, capaz de conquistar el reino de la noche sin permiso, sin necesidad de trámites burocráticos, cuños, o evaluaciones artísticas.
La irreverencia de sus improvisaciones causaban rechazo y preocupación en ciertas esferas de la cultura oficial. Probablemente por eso, desde hace décadas, sus simpáticas anécdotas (ficcionadas o reales) resuenan en la memoria afectiva de su gente, protegiéndola de la tristeza como un resguardo.
El 24 de febrero "Juana la cubana" partió a la luz.
La indiferencia oficial, el éxodo masivo de los últimos tiempos y la crisis extrema que ahora mismo padece el pueblo cubano incidieron, sin dudas, en la tristisima desolación del sepelio de una artista tan querida.
Quizás, al mismo tiempo, Juana nos estaba dando una última y tremenda lección de vida. La más digna sobreviviente del cabaret cubano se despidió, sencillamente, como vivió: en soledad y de la manera más humilde.
"Feita pero contenta", "pobre pero elegante", fueron algunos de los códigos con que pasó por la vida y los escenarios, o viceversa, pues para Juana la misma vida fue un escenario todo el tiempo.
Resumió sin proponérselo, con su chispa y alegría inagotables, toda una época de libertad en las pistas del club y el cabaret, esas extensiones de su cuerpo breve e incansable, donde conquistó el aplauso y las carcajadas de un público que, ya se sabe, a veces es fiel y otras no tanto.La irrepetible Juana Bacallao en la memoria eterna de Cuba.
Recordamos el nacimiento de dos grandes exponentes de la canción y el bolero. Elena Burke y Ela O'Farrill, como un buen presagio para la cultura cubana, nacieron un 28 de febrero. Elena en La Habana de 1928 y Ela en Santa Clara, en 1930.
Grandes del feeling: Elena, una de sus voces más altas, y Ela una de sus compositoras indispensables.
"Cuando pasas tú", "Ni llorar puedo ya" y "Una melodía". Tres piezas de Ela a la manera de Elena.
Unos minutos más junto a la señora sentimiento: Elena Burke. De su repertorio de los últimos años 60 y principios de los 70, escogemos: "Alma con alma" del maestro Juanito Márquez, "Lo material" de Juan Formell y "Persistiré" de Rubén Rodríguez.
Cientos de salas teatrales, cabarets, clubes, estudios de grabación, radio y televisión, abrieron siempre sus puertas a jóvenes promesas y, por supuesto, a figuras ya establecidas.
A comienzos de los años 40 llegaban a La Habana las hermanas Avelina y María Luisa Landín.
De México traían cantos populares, rancheras y corridos, pero en Cuba desarrollaron un sólido repertorio de canciones y boleros.
Le seguirán en ese orden: Jorge Negrete y Pedro Infante. Grandes del cine de oro azteca que también llegaron a La Habana para compartir su arte en vivo y en directo.
En la despedida volvemos a sintonizar la señal de la radio independiente cubana.
Del bolero afrancesado que brindó a los oyentes del show "De fiesta con Bacardi" Josephine Baker nos moveremos a "Cascabeles Candado" con Celia Cruz y el conjunto Sonora Matancera.