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La mayoría de la gente que conozco está endeudada. Si no es una hipoteca, es una tarjeta de crédito o un préstamo amortizable en un banco. Y esto no es sólo cosa de nuestra derruida Latinoamérica; también en el Primer Mundo. De hecho, allí la gente está tan o más endeudada que en cualquier otro lugar.
Habrán escuchado a sus amigos y familiares que viven en Estados Unidos decir cosas como: «tengo casa, carro, un teléfono carísimo, pero todo lo debo». Y sí, es una realidad que la gente ha asumido sin prácticamente ningún pataleo aun cuando es la base de las peores catástrofes económicas que han devastado nuestras sociedades.
La situación actual es una buena oportunidad para replantearnos un mundo anarcocapitalista donde no existan los Estados y -por ende- lo que tengamos probablemente sean micro-naciones, basadas en contratos voluntarios y las relaciones libres e individuales. En una nación basada en el anarcocapitalismo, hacer la guerra sería no solo muy costoso, sino tal vez imposible.
En los Estados modernos, una minoría que se encuentra en el gobierno o que se beneficia de dicho gobierno, tiene la capacidad de hacer la guerra cuando le plazca sin ningún tipo de dificultad. Los deseos bélicos o expansionistas de los gobernantes pueden llevarse a cabo sin ningún contratiempo. El problema nace en el monopolio de la violencia y de las leyes que están contenidas en los Estados actuales.
Hay una corriente conocida como "Minarquismo", que habla del gobierno limitado. ¿Limitado en qué? En funciones: seguridad y justicia. Otros consideran que el gobierno también debería encargarse de la infraestructura, cosa que han hecho por siglos y han utilizado su presencia en esto para arrebatarnos hasta el derecho al libre tránsito.
El tamaño del gobierno hoy día es -precisamente- el resultado de otorgarle a este, funciones de más. Ese exceso de funciones se convierte en poder y el exceso de poder se convierte en corrupción y totalitarismo.
Al igual que las armas, el tema de las drogas es bien controversial, por el daño que causan en la vida de las personas. Es totalmente aceptable pensar así, pues los seres humanos queremos evitar el dolor y disfrutar más del placer.
Piensen por un momento en qué daño hace un arma o las drogas por sí solas. ¿Lo tienen? La respuesta es: ninguno. Ambas dependen totalmente de lo que las personas hagamos con ellas.
Una de las estrategias más efectivas en la guerra es: dividir. Para dividir, hay que atacar cosas como la identidad, las creencias, los valores, las costumbres y las tradiciones, cosa que se tiene que hacer de manera progresiva, porque nadie cambia a una generación de la noche a la mañana.
Históricamente, nuestro hemisferio occidental ha sido conocido por el alto apego a valores como la familia, la libertad, el trabajo duro, el respeto mutuo, la libertad de pensamiento, de asociación y la democracia, entre otros.
Los líderes de Occidente del siglo XX, enfocaban sus discursos en enaltecer y reforzar este sentido de identidad en los ciudadanos, pero eso ha venido cambiando -para mal- en los últimos 30 años.
Me mantengo optimista, sin caer en la ceguera irracional. Muchas de las personas que consideran que hoy día "la libertad no está llegando a los jóvenes" o que "está perdida", piensan en la forma en la que ellos mismos aprendieron -quizás- estas ideas en un pasado no muy lejano, pero que la tecnología los hace ver como obsoletos.
Me atrevo a afirmar que la cantidad de personas, especialmente de jóvenes que llegan hoy día a las ideas de la libertad, está en lo que en inglés se le conoce como "All-time high"; en sus máximos históricos.
Podemos aplaudir las nuevas tecnologías y aceptar que la forma en la que antes se almacenaba y compartía la información, cambió para siempre. Podemos abrazar nuevas formas más creativas e inmersivas para aprender y contar los hechos y la historia, pero debemos hacerlo de forma vigilante, en favor de la verdad y en beneficio de las nueva generaciones.
Todos sabemos que los dos modelos sociales más famosos son el capitalismo y el socialismo, aunque existen otros más. Pero no importa cuántos más sean, porque cuando hay que tomar decisiones económicas, todos se resume a la decisión de si queremos una economía libre o queremos una donde el Estado tenga sus narices... o mejor dicho, ¡sus colmillos!
Es una guerra fácil de perder porque estamos bajo constantes ataques, solo que no causan daño físico. Es fácil creer que "la estamos perdiendo", porque el enemigo controla todas las fuentes de información y difusión de esta, y nos hacen creer que "ellos van ganando".
La guerra cultural es todos los días y es una guerra continua. ¿Cuáles son los bandos? El bien y el mal, las ideas comunistas y las ideas de la libertad, la extrema izquierda y la extrema libertaria; sí, son dos bandos ideológicos.
Lo bueno de que a unos países les vaya muy bien es que los países a los que no, se pueden copiar, si quieren, claro está. Latinoamérica -lamentablemente- parece tener una relación sadomasoquista con el fracaso y cuando se trata de copiar, nuestros países copian lo malo: Cuba, Venezuela, Argentina, Chile y los que sigan sumando la cuenta, sirven de ejemplo… ¿O mal ejemplo, debería decir?
Lo cierto es que sí, hay países a los que les ha ido -y les va muy bien- y otros a los que les va mal y cada día peor. ¿Por qué? ¿Qué hace que a unos les vaya genial y otros vivan en un eterno agujero?
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