Durante la pascua reflexionamos sobre el mandamiento del amor, Jesus resucitado nos habla y nos da su amor, no invita amar; sin embargo, hay que aprender a amar como Dios ama, hay que sabernos amados por Dios, hay que conocer el Amor que Dios y vivir en Él.

Sabernos acompañados por Jesús Buen Pastor es una fuente de consuelo y esperanza. El Pbro. Silverio Emanuel, nos ayuda a refexionar sobre el Evangelio de este 4to Domingo de Pascua.

La experiencia con el resucitado nos lleva a confirmar la fe, confirmar nuestra vocación, nuestra relación con Jesús. Pedro se encuentra en su labor de pescador y se encuentra en la orilla con Jesús resucitado quien le confirma, lo renueva y le plenifica su vocación como Pastor.

Padre Silverio Emmanuel, nos da la reflexión de este domingo sobre la Pascua, la fe es un proceso, conocer y darse cuenta del resucitado no es algo que se entienda de primera mano, sino hay que rumearse y contemplarse a lo largo de la vida cristiana.

La alegría de la resurrección no es solo una emoción que se aviva por el acontecimiento de Jesús, sino que es una verdadera alegría que culmina con la misión de Cristo y que da patente de La Promesa, La Alianza y Palabra del Señor. La muerte ha sido vencida y con ella el hombre por la misericoridia y la gracia de Dios adquiere un nuevo status en la condición humana y espiritual.

El evangelio de hoy nos habla de la mujer adultera que sorprendida en adulterio es utilizada para poner a prueba a Jesús. Sin Embargo, Él que hace nuevas todas las cosas y quien tiene el poder para juzgarla, la mira con misercordial la levanta y sostiene su mano, restituyendo su dignidad.

La conocida como "parabola del hijo prodigo" tambien la podemos ver como la parabola del "padre amoroso" de " elpadre providente". Es la historia de Dios que sale al encuentro, de un Dios que sabe amar a sus hijos con libertad, con generosidad, consecuentemente.

En la Sagrada Escritura vemos constantemente la referencia de subir a la montaña como un signo de oración y cercanía con Dios. Hoy escuchamos en el Evangelio la Transfiguración, una experiencia que nos enseña a vivir lo extraordinario de la fe en lo ordinario de la vida.

Las tentaciones en el desierto nos abren en el camino cuaresmal, nos recuerdan nuestra condición humana, en la cual las tentaciones constantemente acechan nuestra vida y atacan nuestra fe; Jesús, verdadero Dios pero también verdadero hombre nos enseña como enfrentar esta realidad humana, siempre de la mano de Dios.

La identidad del discipulo es está, ser discipulo, aprender del maestro, ser iluminado por él. La pretensión y la soberbia puede llevarnos a perder nuestra identidad y oscurecer nuestra vida, llevandonos a ceguera que nos llevará al fracaso. El trabajo del discipulo es un trabajo arduo de perfeccionamiento y de vivencia en él que es la Luz.