Eva siempre había sido una joven curiosa y soñadora. Desde pequeña, sus noches se veían acompañadas por extraños y maravillosos sueños que la llevaban a mundos fantásticos, donde podía volar sobre montañas cubiertas de nieve o nadar en océanos interminables. Pero, lo que la fascinaba más que cualquier otra cosa, era el poder de los sueños. Su abuela, una mujer sabia que había vivido muchas vidas, le había contado historias sobre cómo los sueños eran portales a otros mundos, a otros tiempos, a realidades alternas.