Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques frondosos, una joven llamada Aurora. Desde pequeña, Aurora había experimentado un fenómeno extraño, casi mágico: cada noche, al cerrar los ojos, se sumergía en un sueño profundo, pero no era un sueño común. En sus sueños, ella no solo veía imágenes, sino que vivía en un mundo paralelo, un lugar donde las reglas del tiempo y el espacio no existían.