Febrero de 1991, Kuwait, los tanques americanos ruedan por el desierto a través de una cegadora tormenta de arena en un momento crucial.

El hombre al mando de las tropas era el general Normal Schwarzkopf, su misión era destruir la guardia republicana, la fuerza de élite del ejército iraquí de Sadam Huseín.

Las esperanzas de las fuerzas de la coalición están basadas en un tanque aun sin probar, el Abrams M1 A1, que será finalmente el arma que decidirá la guerra.