En 2017 la policía llegó al apartamento de Takahiro Shiraishi, en Zama, Japón. Estaban investigando la desaparición de una chica de 23 años. Cuando le preguntaron a Shiraishi, él tan solo señaló unos contenedores en el suelo de su casa. Lo que había en ellos, aterrorizó al país nipón los siguientes 3 años.