Ayer vimos que, en lo que respecta a los elementos básicos, el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto eran lo mismo. Lo esencial es la salvación por la fe en un Dios que perdonará nuestros pecados, no porque haya algún mérito en nosotros, sino solo por su gracia. Como resultado de este perdón, entablamos una relación con el Señor en la que nos entregamos a él con fe y obediencia.