La imagen que Jesús utiliza es impactante. En su tiempo, antes de la Pascua, se blanqueaban los sepulcros para que nadie los tocara por accidente y quedara impuro. Eran tumbas bonitas por fuera, pero dentro contenían muerte. Con esta comparación, Jesús denuncia una religiosidad de fachada: personas que muestran pureza exterior, pero esconden egoísmo, orgullo o injusticia.
Lo que Jesús quiere dejar claro es que el valor de la fe no está en la apariencia, sino en la verdad interior. No sirve parecer correcto si el corazón no se abre a Dios y al hermano. La hipocresía espiritual es más dañina que el error visible, porque engaña y endurece.