Cuántas veces como mujeres enfrentamos situaciones que sacuden nuestras fuerzas: la espera por una oración que no se responde, el dolor por un hijo, una lucha en el matrimonio, la soledad o el cansancio diario. Pero es precisamente en esos momentos donde la fe se vuelve nuestra ancla.
Fe es mirar a Dios y decir: “Aunque no entiendo, confío. Aunque no veo, creo. Aunque no siento, sé que estás obrando.”