Cuando murió Sila, seguía habiendo dos bandos o facciones en Roma, y no había forma de que se pusieran de acuerdo para mantener la paz. Estas dos facciones estaban lideradas por Cátulo y Lépido, los cónsules de aquel año. Cátulo había sido amigo de Sila y tenía el apoyo de Pompeyo, que era un hombre muy inteligente. Pompeyo no era tan cruel como Mario y Sila, pero no era de fiar, pues no siempre decía la verdad ni se preocupaba mucho por cumplir sus promesas.
Como los dos cónsules tenían ideas muy diferentes y lideraban partidos enfrentados, no tardaron en pelearse y llegar a la guerra abierta. Cátulo, ayudado por un general tan capaz como Pompeyo, obtuvo la victoria y rechazó a Lépido hasta Cerdeña, donde murió.
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Fuente: «La historia de los romanos», de Hélène Adeline Guerber, disponible en https://academialatin.com/cultura-romana/historia-romanos-guerber/