Por esta época, los romanos habían olvidado por completo su antigua simplicidad. Igual que crecían las tierras con cada nueva victoria, así también lo hacían sus riquezas y orgullo. En lugar de limitarse a la ciudad de las siete colinas y los territorios colindantes, la república romana se extendía ahora casi por toda Italia. Además, las provincias romanas, que eran gobernadas por oficiales enviados desde Roma, incluían extensos territorios en Hispania, África y Asia Menor, además de Grecia, Macedonia y el norte de Italia.
Desde estos países conquistados los romanos habían llevado a casa todo el botín que habían sido capaces de reunir. Así, tenían vasijas de oro y plata, joyas de todo tipo, delicadas prendas, hermosos muebles y obras maestras de la pintura y escultura. Empezaron a compararse los unos con los otros en la magnificencia de sus hogares y ropas y lo que se servía a sus mesas.
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Fuente: «La historia de los romanos», de Hélène Adeline Guerber, disponible en https://academialatin.com/cultura-romana/historia-romanos-guerber/