En La Retaguardia de este viernes 6 de Junio, Eurico Campano analiza con Juanma Cepeda y Santiago Álvarez Barón, la deriva que ha tomado el PSOE tras los innumerables escándalos publicados en medios de comunicación y cuyo común denominador es o corrupción o maniobras para intentar frenar la investigación de esa corrupción
En estos tiempos de sobresaltos políticos, Pedro Sánchez parece haber elevado el arte de la supervivencia a un nuevo nivel. El PSOE, tradicionalmente un partido de estructuras, debates internos y baronías regionales, ha pasado a ser identificado —al menos en los corros del Congreso y en las tertulias de sobremesa— como el partido de “¡Solo Sánchez!”. Este fenómeno no es solo una broma de barra de bar o un meme viral; es el síntoma palpable de una transformación profunda en la política española, donde la figura del presidente eclipsa al propio partido y hasta a su histórica militancia.
Lo que comenzó como un “liderazgo fuerte” se ha convertido en una personalización sin precedentes. Los críticos no han tardado en comparar la concentración de poder en torno a Sánchez con otras siglas históricas, aunque con matices irónicos y sin intención de trivializar episodios oscuros del pasado europeo. La cuestión es: ¿en qué momento el PSOE dejó de ser PSOE para convertirse en las siglas personales de Sánchez? Y, más importante aún, ¿cuáles son las consecuencias políticas y sociales de este giro?