Reflexionemos lo que no significa juzgar a los demás. No es juzgar a alguien hablarle (y, si es necesario, a otros) de pecado o de falsa enseñanza.
Algunos dicen: “Nunca podría confrontar a nadie por su pecado, porque se supone que no debemos juzgar a los demás. ¡Que tire la primera piedra el que esté libre de pecado!”. Pero esto es esquivar una responsabilidad difícil, pero amorosa.