Para domar la lengua, debemos reconocer que sus inconsistencias están arraigadas en su fuente (3:9-12).
Santiago señala una gran inconsistencia que sin duda había observado. Los cristianos dicen, "Alabado sea el Señor" en un suspiro, y en el próximo suspiro dicen cosas malas sobre otra persona, creada a la semejanza de Dios.