Yendo hacia el sur de Jalisco por la carretera a Colima, de pronto se mira un paisaje como si fuera de otro planeta. En medio de sierras altísimas espesas de bosques, se encuentra un territorio seco y aparentemente sin vida que se extiende por varios kilómetros. Cuando se pasa por ahí, se siente la soledad desértica que Juan Rulfo describió en su obra maestra el llano en llamas. Son los vestigios secos de el gran mar de Chapala que hace 36mil años. lucía en todo su esplendor. La violencia volcánica de nuestro estado cortó la comunicación de esa franja con el lago de Chapala y el lugar quedó condenado a su desaparición. Poco a poco los lodos salitrosos de sus altísimas sierras, se fueron depositando en el vaso que llegó a tener mas de 200 metros de profundidad en algunos puntos hasta que se aterró completamente, dejando una planicie seca muy rica en sales, que se convirtió en un punto codiciado por los antiguos y que dio origen a una comunidad que se llamó Tzaulán, el lugar de las moscas del occidente de Mesoamericano.