¿Sabías que cada día desaparecen miles de hectáreas de ecosistemas en todo el mundo?
Que en 2024, solo en la Amazonía, la minería ilegal arrasó más de 2 millones de hectáreas de selva, y que gran parte de esa destrucción se dio dentro de áreas protegidas y territorios indígenas.
O que en Ecuador, hace apenas unos meses, un vertido de petróleo contaminó más de 80 kilómetros de ríos, dejando a comunidades sin pesca, sin agua limpia y sin medios para vivir.
La biodiversidad está en riesgo. Y no es una exageración: hablamos de especies que desaparecen, ecosistemas que colapsan y comunidades que pierden sus hogares y su forma de vida.
¿Y qué tiene que ver la educación financiera con todo esto?
Mucho más de lo que parece.
Cada decisión económica que tomamos —qué compramos, qué consumimos, dónde ponemos nuestro dinero— tiene un impacto.
A menudo sin saberlo, financiamos con nuestros hábitos de consumo e inversión actividades que están detrás de la deforestación, la sobreexplotación de recursos o la contaminación del agua y del suelo.
En lugares como el Gran Chaco, en Argentina, se han deforestado más de 170.000 hectáreas para expandir el modelo agroindustrial.
En Guatemala o El Salvador, la industria textil consume enormes cantidades de agua y vierte productos químicos en los ríos.
Y en zonas de altísima biodiversidad, como las selvas de Perú o Ecuador, siguen instalándose proyectos petroleros que alteran para siempre los equilibrios naturales.
Pero esto no es inevitable.
Cuando tenemos conocimientos financieros, podemos tomar decisiones más conscientes.
Podemos elegir apoyar proyectos que protejan la biodiversidad, reducir el consumo innecesario, y dirigir nuestro dinero hacia iniciativas que regeneran en lugar de destruir.
Existen fondos de inversión sostenibles que apuestan por energías renovables, agricultura ecológica o tecnología limpia.
Hay cooperativas locales que producen alimentos sin agrotóxicos, respetando los ciclos naturales.
Y cada vez hay más plataformas que te permiten saber en qué invierte tu banco, y si tu dinero está apoyando prácticas responsables o no.
La educación financiera nos da herramientas para entender esto.
No se trata solo de ahorrar o evitar deudas, sino de saber cómo usar el dinero como una fuerza de cambio.
Porque sí: el dinero puede conservar bosques.
Puede proteger especies.
Puede apoyar a las comunidades que llevan siglos cuidando de la naturaleza.
Cada euro que gastas, que inviertes o que decides no gastar, puede marcar la diferencia.
Y cuanta más gente sepa esto, más posibilidades tendremos de revertir la pérdida de biodiversidad que estamos viviendo.
Desde Edufinet, creemos que la educación financiera no es solo una cuestión de números.
Es una herramienta real para construir un futuro más justo, más consciente y más sostenible.
Y en 2025, proteger la biodiversidad no es solo responsabilidad de los gobiernos o de las ONG.
Es también tuya, por saber qué haces con tu dinero.