Se quedó sin dinero... ni una hamburguesa podía comprar.
Allen Iverson, una leyenda del baloncesto, llegó a amasar una fortuna de más de 200 millones de dólares durante su carrera en la NBA.
Sin embargo, los excesos, los lujos desmedidos y una mala gestión financiera le llevaron a la ruina. Ropa de marca, coches de alta gama, fiestas interminables… todo formaba parte de un estilo de vida insostenible.
La situación llegó a tal extremo que, según él mismo confesó, no tenía ni para comprarse una hamburguesa.
Embargos, deudas acumuladas y la bancarrota marcaron una etapa oscura en su vida.
Pero hubo una luz al final del túnel: Reebok, la marca con la que había firmado un acuerdo en sus mejores tiempos, le reservó un fondo de 32 millones de dólares al que no podría acceder hasta cumplir los 55 años.
Gracias a esa previsión, hoy Iverson tiene una segunda oportunidad económica, aunque su historia sigue siendo un claro aviso sobre los peligros de la mala gestión del dinero.