La iglesia, fundada sobre Cristo como piedra viva, es obra continua de Dios que se edifica a través de reformaciones que restauran la verdad del evangelio, especialmente en la Reforma, cuando se recuperó la autoridad de la Escritura, la salvación por gracia sola, por fe sola en Cristo solo, y se rechazó la autoridad humana sobre la salvación. Este movimiento, aunque enfrentó persecución y muerte, fue un acto divino para purificar la iglesia, devolver el acceso a la Biblia a todos los creyentes y restaurar el evangelio de la gracia, que no depende de rituales, santos o el Papa, sino de la obra completa de Cristo. A través de la Reforma, se reafirmó que la salvación no es obra humana, sino don de Dios, que transforma al hombre mediante el Espíritu Santo, produciendo fe, arrepentimiento y obediencia, todo para la gloria de Dios. La iglesia, aunque imperfecta, sigue siendo edificada por Cristo, cuyas puertas del Hades no prevalecerán, y su propósito eterno es glorificar a Dios, quien obra todo en los creyentes por su gracia, según su Palabra, en la libertad y verdad de la Escritura.