Estamos por concluir esta última temporada, y antes de llegar a su culminación debemos de reflexionar acerca de algo que estuvo presente a lo largo de esta última temporada. Esto es, la caridad. En toda esta temporada de alguna manera u otra vimos en cada capítulo maneras en las cuales podemos amar de una forma u otra a nuestro prójimo. En este episodio veremos con mayor profundidad cómo es que ese amor que está presente en todo el valor cristiano es la caridad, y como es que Cristo nos encomienda a vivir fervorosamente la virtud de la caridad, ya que en ella es donde Cristo Resucitado se manifiesta dándose a conocer a la gente que recibe este amor tan puro como es la caridad.

A lo largo de esta tercera temporada hemos estado hablando mucho acerca del amor y específicamente de la caridad. En este capítulo hablaremos de un amor en particular, un amor que para algunos resulta ser el más difícil, ya que puede parecer ilógico e irracional, pero es que el amor de Cristo arrebata todos esos límites que van más allá de nuestra inteligencia y conocimiento. Como San Agustín nos dice "Ama y haz lo que quieras" nosotros si amamos verdaderamente todos los días de nuestra vida, somos libres de hacer lo que queramos y alcanzaremos la santidad. Pero primero debemos de entender que implica "amar". Para amar profundamente y verdaderamente, debemos de aprender a amar a todas las personas incluyéndonos a nosotros mismos. Pero especialmente amar aquellos que nos cuesta más, ya que ahí es donde realmente nos parecemos a Cristo. Ya que si amamos solo a la gente que nos hacen el bien ¿Qué nos diferencia de los demás? El secreto está en amar a todos incluyendo a aquellos que nos desean y hacen el mal; ahí está lo extraordinario y ahí es donde nos parecemos a Cristo Jesús.

En este episodio veremos la importancia en poder diferenciar entre la caridad y la limosna. Ya que por un lado la limosna es solamente un apoyo económico que puede nacer a partir de generosidad o hasta lástima en algunos casos. Por otro lado la caridad nace a partir del amor más puro que proviene del altísimo. Debemos de aprender a practicar la caridad en nuestro día a día. Ya que  igual a la limosna ayuda a gente necesitada pero no solamente en un nivel económico, sino a gente con una necesidad todavía más importante, una necesidad de ser amor y acogimiento por el amor de Dios. Por eso mismo con la caridad, nos ponemos al servicio del prójimo reflejando el gran amor de Dios en sus vidas. De forma que ellos pueden conocer y experimentar el amor de Dios a través de nosotros como instrumentos de Él.

Muchas veces nos podemos preguntar, ¿Por qué misionamos?, que necesidad hay en ir y compartir la buena nueva de nuestro señor Jesucristo. Si nos metemos tantito al evangelio según San Mateo podemos recordar que Cristo nos "dice Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Este es el mensaje con el cual Cristo nos envía a predicar y evangelizar a todo el mundo para puedan conocerlo y descubrir el gran amor que hay en Él. Nosotros como Cristianos que conocemos a Cristo y tenemos fe en Él debemos de reconocernos responsables de predicar la buena nueva de Cristo, sería muy egoísta de nuestra parte quedarnos con todo eso que sabemos para nosotros mismos, está en nosotros el salir al mundo y compartir todo esto que a nosotros se nos ha revelado. Ya que como Católicos sabemos que nuestra meta es alcanzar la santidad, pero para alcanzar esta santidad debemos de vivir la caridad todos los días. Y la caridad se basa en el servicio y entrega al prójimo para que él también pueda alcanzar su santidad. En este capítulo veremos con el testimonio de Javier Cruz la importancia de ser misionero para la salvación de todas las almas.

Desde el inicio de los tiempos Dios ha estado presente en nuestra historia, y poco a poco nos ha ido preparando y creando una relación con nosotros como humanidad y como individuos. Dios quiere desea profundamente que nosotros nos salvemos para poder pasar la eternidad con Él. En este capítulo veremos como es que tú entras y juegas un papel muy importante en esta historia de salvación. Tenemos que reconocernos seres redimidos y salvados por la gracia de Cristo, y aún más importante vivir como tal. Dios nos quiere con él, su amor es tan grande que solo bastante que nosotros como vasijas tomemos su gracia para poder alcanzar esta salvación que Él quiere para nosotros.

Como católicos desde pequeños nos plantean una meta, esta siendo la santidad. Muchas veces lo vemos como algo muy lejano e inalcanzable reservado para muy pocos que llevan una vida dentro del magisterio ya sea como religiosos o sacerdotes. Debemos de entender que la santidad es para todos y que no es algo tan lejano como creemos. La santidad es una decisión que se toma todos los días  llevándonos a un estilo de vida que nos acerca cada vez más a la plenitud en Cristo Jesús, debemos de ir alcanzando la santidad desde ahorita que estamos vivos en lo pequeño y en lo grande, en lo cotidiano desde el trabajo,  la escuela, el hogar etc. En cada uno de estos lugares podemos alcanzar la santidad. Por lo mismo de que todos somos almas tan distintas y complejas cada uno debe de seguir su propio camino al cielo, la clave está en el amar constantemente, así como San Agustín o San Pedro hicieron su camino al cielo amando constantemente en Cristo Jesús, nosotros podemos hacer lo mismo siempre y cuando acojamos la gracia de Dios.

Dios nos creo a todos seres virtuosos, en muchas ocasiones nos desvirtuamos y quitamos esa dignidad y valor que Dios nos otorga. En este capítulo veremos estas virtudes que todos tenemos como seres humanos e hijos de Dios. Al conocer estas virtudes que todos llevamos dentro, podremos ejercerlas con mayor sabiduría llevándonos a un amor más pleno hacia nosotros mismos y hacia los demás. Es necesario como cristianos practicantes el indagar en las virtudes que tenemos, ya que para poder crecer en cada una de ellas uno debe de conocerlas primero y ponerlas en práctica para que estas puedan dar frutos duraderos que trasciendan en uno mismo y en los demás.

En el capítulo anterior vimos como se puede amar de distintas formas, yendo más allá de los conceptos las obras de misericordia son acciones concretas que Jesús mismo nos enseña como podemos amar constantemente a nuestro prójimo. Hemos platicado del amor y como es que este impacta en nuestras vidas tanto en un ámbito intrapersonal (amor propio) y este amor interpersonal que habla acerca de como nos desenvolvemos en el servicio a nuestro prójimo. El don más importante de la fe cristiana es la caridad, las obras de misericordia se relacionan directamente con este don, ya que hablan acerca e invitan completamente a un amor desinteresado por los demás.

El amor es algo tan complejo y tan basto, es algo que como cristianos vivimos todos los días aprendiendo a amar mejor. Por más que el amor a veces sea algo tan difícil de entender a un nivel teológico, de lo que estamos seguros como humanos es que el amor es un lenguaje universal algo que cualquier ser humano va a entender, ya que Dios nos creo para amar y ser amados. En este episodio vamos a ver cuáles son esos lenguajes en los que uno puede amar, y vas a descubrir cuáles son los lenguajes que te gusta recibir. Es importante conocer estos lenguajes, ya que al hacerlo estamos aprendiendo a amar de una forma más personal así como lo hace Dios.

En el cristianismo existen grandes figuras que nos enseñan la humildad, una de ellas siendo San Jose. Este gran personaje muchas veces se nos pasa desapercibido y esto es porque él decidió dejar el protagonismo a quien realidad importa, siendo Cristo Jesús. Debemos de aprender de esta figura de humildad de San Jose que se empequeñece con el fin de dejar que Cristo brille. El hecho de que San Jose se empequeñeciera no lo hacía más pequeño sino al contrario, ya que él al conocer su valor y lugar en el plan de Dios pudo realizar su obrar que lo llevo al cielo. Debemos de darnos cuenta que el ser humildes es de los primeros pasos que debemos de seguir para poder amar mejor, ya que de esta forma como lo estamos haciendo de una manera sincera y desinteresada, no por nuestra vanidad y soberbia.