En las dos anteriores ediciones vimos, por un lado, como Dios inició su historia con la humanidad bajo circunstancias óptimas, en las que compartía su propio carácter de perfección, bondad y nobleza con toda su creación, de manera que por todas partes se respiraba el Shalom, la paz de Dios. La vida era como debe ser.

¿A quién no le gusta asistir a una boda, celebrar con los novios y disfrutar de la rica comida que se sirve? Hoy quiero contarte una historia muy impactante que Jesús relató. Se trata de una boda y de los invitados.

Imagínense una señora regordeta que con una sonrisa pícara comenta “Me voy a permitir este pequeñopecadomás”, mientras mete otro trozo de torta entre los mofletes.

Esta imagen refleja lo que hoy en día la mayoría de la gente entiende por “pecado”. Algo que obviamente no es lo mejor, pero que tampoco es muy grave. Algo de lo que tranquilamente uno puede hacer la vista gorda; algo divertido que simplemente endulza la vida.

La historia de la humanidad en realidad es lahistoria deDioscon los seres humanos. Inicia con una creación maravillosa y perfecta; pasa por crisis catastróficas con tremendas consecuencias; sigue con una emocionante acción de rescate que pone los nervios a flor de piel; y, finalmente, culminará en un final glorioso.

Las primeras ediciones de «Mensaje de Paz» del año 2022 nos llevarán a conocer esta historia apasionante, pintando un cuadro de las diferentes etapas ante nuestro ojo interior y ayudándonos a comprender con más profundidad el genial plan y diseño divino detrás de todo lo que acontece en este mundo. En este primer número Osvaldo Grundy nos ofrece una visión de la hermosura y armonía con que empezó todo. Si comprendemos el concepto de la palabra hebrea «Shalom», percibiremos algo de cómo era nuestro mundo en su comienzo, cuando Dios lo calificó como“bueno en gran manera”.

¿A quién no le gustan las uvas? Las uvas son deliciosas y se puede hacer muchas cosas con ellas. En la Palabra de Dios la planta que produce este magnífico fruto, la vid, tiene un claro valor simbólico que nos enseña verdades vitales.

Durante su misión en la Tierra, Jesús había demostrado por varios años, que Él era Dios mismo manifestado como ser humano. Había hecho milagros que desafiaban todo lo conocido y su sabiduría no tenía par. Multitudes lo seguían asombradas y se admiraban por lo que hacía y decía.

Una de las afirmaciones más impactantes de Jesús es que Él es el único y exclusivo medio para llegar a Dios. En una ocasión, uno de sus discípulos preguntó al Señor “¿Cómo podemos conocer el camino?” “—Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. Nadie llega al Padre sino por mí” (Juan 14:6, NVI)

Recuerdo que cuando era niño, mi madre usaba una frase para animarme cuando estaba triste o desanimado: “No te preocupes. Para todo hay solución, menos para la muerte”. Esa frase me traía consuelo, pero solo momentáneamente, porque, de alguna manera, le recordaba a mi mente infantil la certeza de que un día la muerte llegaría inevitablemente.

En el anterior número vimos, quizá con sorpresa, que el Señor Jesús comparó a los seres humanos con ovejas. En principio eso no parece muy halagador. Sin embargo, es una gran noticia, porque no somos cualquier oveja, somos SUS ovejas.

¿Alguna vez te han comparado con una oveja? Para muchos sería un insulto. Las ovejas no son muy inteligentes, no tienen mucha iniciativa y tienen necesidad de que alguien las cuide y proteja. Que alguien nos llame ovejas nos ofende si nos creemos autosuficientes y somos orgullosos.