Moncloa ordenó al buque Furor llegar deliberadamente tarde a la zona donde estaba la flotilla de Gaza en lo que fuentes militares describen como un auténtico paripé para contentar a los socios políticos del Gobierno de coalición. Esta orden evidencia que toda la operación fue una farsa propagandística sin intención real de intervenir.
Según publica The Objective, todo estaba pactado de antemano con el alto mando de las Fuerzas de Defensa de Israel antes de que el buque zarpara de Cartagena. Al poco de salir del puerto español, el mando del Furor recibió orden directa desde Madrid para aminorar deliberadamente la marcha y no llegar demasiado pronto al encuentro con los más de 40 barcos donde viajaban 65 activistas españoles, entre ellos la exalcaldesa de Barcelona Ada Colau.
Defensa facilitó al capitán del Furor el número de teléfono móvil personal de Ada Colau para contactar con ella y preguntarle cómo iba la situación, pero la exalcaldesa nunca cogió las llamadas realizadas por la Armada española. Este desprecio evidencia que los flotilleros no querían coordinación real con las autoridades españolas.
Las reglas de enfrentamiento transmitidas a la tripulación eran muy concisas y restrictivas: evitar cualquier choque con Israel y bajo ningún concepto acceder a las aguas del bloqueo naval israelí sin permiso expreso. Estas órdenes garantizaban que el Furor nunca intervendría realmente en caso de conflicto.
La parte española explicó previamente a Israel que la misión del Furor era puramente de observación y salvamento, sin intención de interferir con las operaciones militares israelíes. Es así como entre los miembros de la tripulación ha cundido la profunda impresión de que el Gobierno les ha utilizado cínicamente para una operación de marketing político sin valor militar real.