“Acerca de los tiempos y de las ocasiones, no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba” (1 Tesalonicenses 5:1).
En el capítulo 5 de 1 Tesalonicenses, Pablo comienza describiendo el regreso de Cristo. Él afirma que el Día del Señor viene como ladrón en la noche. Aquí, Pablo no está hablando de un rapto secreto. Está enfatizando la idea de que Cristo vendrá en el momento en que no esperamos. Y por eso debemos estar siempre preparados.
Un mensaje importante que Pablo comparte es este: No debemos confiar en discursos que dicen que habrá tiempos de paz, y que los tiempos de paz se instalarán para siempre en nuestro planeta. ¡Eso no es verdad! La paz que se instale en nuestro planeta será una paz aparente, que precede al regreso de Jesús. Por eso, Pablo nos enseña que debemos vigilar y estar sobrios; es decir, atentos. Esto significa que necesitamos conocer las señales, que están claras en la Biblia.
Pablo también orienta a dar atención a los que trabajan entre nosotros predicando la palabra y llamando nuestra atención a las cosas celestiales.
Debemos animar a los desanimados, motivar a los desmotivados.
Debemos orar siempre.
Debemos siempre ser agradecidos.
Debemos atender las profecías.
Debemos tener mente juiciosa.
Debemos huir de todo tipo de mal.
Debemos mantener una vida santificada.
Debemos abrir el corazón para la actuación del Espíritu Santo.Letie Cowman cuenta que un hombre oraba pidiendo aceite, y Dios le dijo que plante un olivo. Luego, oró por lluvias para el olivo, y Dios se las envió. Entonces oró por sol, y el sol apareció. A fin de fortalecer las raíces, pidió nieve, y Dios le mandó nieve. Pero, por esa nevada, el olivo murió. Sorprendido, el hombre vio que su vecino tenía un olivo muy bonito y le preguntó cómo hacía para mantenerlo así. El vecino respondió: “Solo le confío mi planta a Dios. Yo no le impongo condiciones a Dios; simplemente cumplo condiciones colocando mi vida en sus manos”.
Como Pablo hizo en su vida, como le pidió a los tesalonicenses que hicieran, vamos a colocar nuestra vida plenamente en las manos del Señor.
¡Gracias a Dios porque en él encontramos sentido y significado para la vida, incluso, en las pequeñas cosas! Por la gracia divina nos mantenemos vivos, por su amor tenemos salvación y por su poder podemos prepararnos para recibir a Cristo cuando vuelva a buscarnos.