La primera música en cada civilización.
Hace miles de años, antes de los pentagramas, los conciertos o las orquestas, el mundo vibraba al son de la primera música.
Sonaban flautas hechas de hueso, cuerdas tensadas sobre madera y tambores que marcaban el pulso de la vida.
La música era un lenguaje sagrado para las grandes civilizaciones: Sumeria, Babilonia y Asiria.
Las tablillas cuneiformes de Siria conservan la partitura más antigua del mundo.
El himno Hurita a Nikkal, diosa de los huertos.
Fechado hacia el año 1.400 antes de cristo.
Las tablillas contienen signos que representan intervalos musicales y la afinación de las cuerdas.
Gracias a estas anotaciones, los investigadores han podido recrear esa melodía.
La escucharemos con liras reconstruidas.
En Egipto, la música era omnipresente.
Acompañaba la vida diaria, las fiestas, los funerales o los rituales sagrados.
En los jeroglíficos vemos a músicos tocando arpas, flautas, panderos.
Y también un instrumento singular: el sistro.
Una especie de sonajero metálico que sonaba en los templos dedicados a Isis y Hathor.
La música egipcia tenía un componente espiritual.
Decían que esos sonidos conectaban el mundo de los vivos con el de los muertos.
Sus notas resonaron por los templos de Tebas, Menfis o Luxor.
Creando una atmósfera de trance.
Las sacerdotisas del dios Amón entonaban las melodías, acompañadas de una percusión.
Y en los desfiles religiosos los pasos iban guiados por esta música.
Escucharemos ahora una recreación de esta combinación de cuerdas, viento y percusión.
Que parece flotar entre lo terrenal y lo divino.
Los griegos elevaron la música a la categoría de ciencia.
Para ellos, era el reflejo del orden del cosmos.
De la armonía entre el hombre y el universo.
Pitágoras descubrió que las notas podían explicarse mediante proporciones matemáticas.
Así nació la idea de que el mundo estaba regido por la armonía de las esferas.
Los instrumentos más comunes fueron la lira y el aulos.
Una doble flauta con un sonido potente.
Ideal para las ceremonias o las competiciones atléticas.
El epitafio de Seikilos es una inscripción del siglo primero antes de Cristo.
Fue hallada en Turquía.
Conserva sus letras y notas grabadas en la piedra.
Esta es la canción completa más antigua conservada:
Roma heredó el gusto musical de Grecia y los transformó en espectáculo.
Además de ser arte y ciencia, la música fue una herramienta de poder y entretenimiento.
Las trompetas, cornos y tambores marcaron el paso de sus legiones.
Los músicos acompañaban las luchas de los gladiadores o los festines imperiales.
La tuba, el corno o la tibia fueron los instrumentos más usados.
Sin embargo, Roma no dejó partituras escritas.
En los hogares, las mujeres solían tocar la cítara o la flauta en las reuniones privadas.
Y en los templos, los cánticos sagrados iban acompañados de esos instrumentos.
Ahora nos desplazaremos por los sonidos de las culturas escandinavas antiguas.
Los descendientes de los vikingos.
Entre los siglos 7 y 10 aquellos pueblos dejaron tras de sí una misteriosa tradición sonora.
Su música fue oral y el reflejo de sus mitos, rituales y batallas.
Los antiguos escaldos, poetas y músicos recitaban sagas heroicas mientras sonaban instrumentos de cuerda y viento.
Relatando las hazañas de Odín, Thor o los reyes.
Destaca la Tagel harpa.
Una especie de lira primitiva hecha con cuerdas de crin de caballo.
En aquel ambiente sonaban las flautas de hueso y madera, los cuernos de animales y los tambores de piel.
Los que marcaron el ritmo de sus danzas tribales y sus rituales de guerra.
Antes de la batalla, los guerreros se motivaban entonando cantos rítmicos.
Como un ritual chamánico que invocaba el poder de sus dioses.
Así sonaba:
En la vasta y milenaria India, la música también conectaba al ser humano con el universo.
Aquel sonido era sagrado.
Los antiguos sabios védicos creían que el sonido era el mismo dios.
Todo lo que existe, desde el viento hasta la respiración, vibra con la frecuencia del cosmos.
En los templos, los sacerdotes recitaban los Vedas, unos cantos melódicos.
El Raga es su sistema musical más antiguo.
Es más que una melodía, se trata de crear una atmósfera.
Hay ragas para el amanecer, el atardecer o para la meditación profunda.
La Vina era una especie de laúd largo, considerado como la voz de la diosa Sarasvati.
Por su parte, las flautas de bambú evocaban la respiración de los dioses.
De este modo:
En la antigua China, la música fue el reflejo del orden del cielo.
Todavía se guardan los textos del Yi o tratado de la música.
La música se estructuró sobre el número cinco, el símbolo del equilibrio.
Cada una de las cinco notas de la escala china representaban a uno de los cinco elementos: tierra, metal, madera, fuego y agua.
Cada tono se correspondía con una fuerza del universo.
El guqin es una cítara de siete cuerdas.
Y el bianzhong son unas campanas de bronce afinadas.
Que sonaban en las ceremonias imperiales.
Escuchemos el sonido de esta cosmovisión:
En el otro extremo de Europa, los mayas, los aztecas o los incas vivían con su propio sonido.
Era una parte esencial de la religión, la guerra o las cosechas.
Los principales instrumentos eran los de viento y percusión.
Las flautas de hueso y cerámica, los tambores de madera y cuero o las ocarinas.
Entre los mexicas, los músicos eran los servidores de los dioses.
Cada ritmo tenía su propósito espiritual: como el de invocar, honrar o despedir a un dios.
Para los incas, los instrumentos representaban a un elemento de la naturaleza: el viento, el agua o la tierra.
Las quenas y zampoñas reproducían el sonido del aire en las montañas.
Y sonaron así:
Cada civilización encontró en la música su eco más profundo.
Y este ha sido nuestro viaje musical al pasado.
Donde el ritmo latió antes que la palabra.