Nos pasamos todo el día pensando. El contenido mental negativo es superior al positivo, de hecho, hay estudios que indican que un 75% del tiempo andamos preocupados por cosas que hemos de hacer, cuentas pendientes, precauciones que no podemos olvidar o dudas que van saliendo conforme vamos funcionando. Futuro, pasado con tintes negativos. Tu Yo pensante, nuestro yo pensante. No vengo a contarte un rollo sobre el control de los pensamientos, positivismos baratos y mensajes que pululan por muros de personal con poca formación y menos escrúpulos al mejor estilo “si quieres, tú puedes”. Estos huecos lemas, mejor los dejo a terapeutas traspersonales, acompañantes, facilitadores, sanadores, tarotistas, coaches emocionales o tipos que se han reinventado después de haber pasado por un momento vital muy complicado y que nos enseñan a los demás (previo pago de un pastizal) el verdadero camino al éxito.
¿Hacemos demasiado caso a pensar? ¿Por qué tenemos una tendencia a creernos los pensamientos negativos y pasar por alto aquellos pensamientos que suman? ¿Muestran la verdad absoluta nuestros pensamientos? No por más pensar amanece más temprano. Y sí, pensar está sobrevalorado. Vamos a verlo.
Yo no sé si te ha pasado alguna vez estar sentado en el metro o en el autobús, ver un calvo delante y entrarte ganas de pegarle con la palma de la mano abierta en toda la calva. A mí sí. ¿Y encontrarte con un tío con el culo en pompa e imaginarte dándole una patada? Lo he pensado en varias ocasiones pero jamás lo he hecho. Son solo pensamientos divertidos y no nos los creemos, claro está. ¿Y qué pasa cuando tenemos pensamientos del estilo: me va a salir mal, soy un fracasado, les voy a caer fatal, me va a salir mal el negocio o me voy a quedar en blanco. Ocurre lo contrario, nos los creemos a pie juntillas olvidándonos de nuestro Yo experiencial. Una retahíla de pensamientos que anulan centenares de experiencias. Nuestro Yo pensante se carga de un plumazo al Yo experiencial. Siguiendo esta regla, las personas somos lo que pensamos y no lo que hacemos; y esto no deja de ser una pesada broma, un insulto al intelecto. Pensar está sobrevalorado. Somos lo que hacemos, no lo que pensamos que vamos a hacer.
Imaginemos que una persona se queda encerrada en una habitación y tiene que salir de ahí en 5 minutos. Pensaría en cómo derribar la puerta, sacaría al McGiver que lleva dentro y fabricaría una ganzúa con un imperdible o con la punta del bolígrafo. Pensar, pensar y pensar en cual es la mejor manera de encontrar una salida, de encontrar una solución. Gracias al razonamiento el ser humano ha conseguido avances hasta hace bien poco considerados imposibles. De hacer fuego con dos piedras a no necesitarlo, del patrio abanico a la invención de aparatos de aire con los que tener una vida mucho más cómoda. O del dolor o una muerte segura por enfermedades consideradas hoy en día menores, a mejorar la calidad de vida de millones de personas. Pensamientos que invitan a la acción, pensamientos que invitan al cambio.
¿Existe un método mágico para conseguir la felicidad eterna? No ¿Podemos controlar nuestros pensamientos y conseguir la felicidad completa? No, lo siento. Si ya la buena de Teresa de Ávila bautizó a su imaginación como la Loca de la casa. Cada vez que oraba e intentaba entrar en contacto con Dios, sus pensamientos le distraían y le llevaban a ocuparse de preocupaciones terrenales. La loca de la casa.
Desde niños nos enseñan que los sentimientos y los pensamientos pueden y deben controlarse. Mensajes tipo: deja de llorar, haz el favor de tranquilizarte, duerme inmediatamente, tienes que estar contento, tienes que controlarte, tienes que ser un valiente, debes comportarte bien. Cuando yo era niño los mayores me parecían supermanes. ¿cómo no considerarlos con superpoderes si eran capaces de hacer y cumplir con todas las cosas que me decían que hiciera? ¿Cómo lo harán? ¿Pensando mucho?
Una de las técnicas de control mental que utilizan los mayores es el rincón de pensar. Sí, ese sitio divertido en el que después de haber hecho alguna pirula infantil invitan al mocoso a sentarse y a pensar sobre lo que ha hecho. Se supone que corrige porque el niño piensa en ello. Y recomiendan que lo ideal es estar pensando un minuto por cada año que tenga el niño, 7 años, 7 minutos, 45 años, vale, lo pillo, una noche más al sofá. Yo era poco asiduo al rincón de pensar. La técnica que se utilizaba en casa para corregirme era la zapatilla voladora con efecto bumerán. La excelente puntería de mi madre con la zapatilla tuvo un gran peso para que me inclinara por estudiar psicología. En la facultad de psicología pasé más tiempo en el bar (“cafenet” le llamábamos adelantándonos al futuro) que en clase. Horas y horas jugando a las cartas mientras conseguías los apuntes del día. Dos opciones: pensar que hacer para aprobar y estudiando lo justo Vs. Pensar en cómo resolver todas las inseguridades propias de un joven como yo, que eran muchas. Ganó la primera opción, las inseguridades me acompañan.
Estamos plagados de narcisistas vendedores de humo psicológico que venden brebajes de la felicidad de todo a cien con mensajes como estos: “cambia tu forma de pensar y cambiarás tu mundo” “tú puedes ser feliz y te enseño cómo” “controla tus pensamientos, vamos campeón”. Nos dicen que pensar, pensar y pensar en uno mismo lleva a encontrar la felicidad y a la solución de los problemas, y que podemos y debemos estar siempre bien. Ahora bien, si no consigues controlar tus pensamientos y ser feliz, además de infeliz eres un completo idiota, un inútil. Será porque no has leído bien el libro o no has estado del todo atento a su conferencia.
Estos mensajes han calado en la sociedad: negar el sufrimiento, que la felicidad eterna existe y que podemos tener el control total de nuestros pensamientos y nuestras emociones. Y no es verdad, son una farsa.
Frente a los pensamientos que no te invitan a la acción y que hacen que pases horas elucubrando y practicando onanismo mental, te invito a que los recibas con una actitud más crítica, más distante, más escéptica y que intentes valorarlos solo como una posibilidad (¿recuerdas los calvos del autobús?) La misma actitud es la que te invito que adoptes ante los trileros psicológicos vendedores de felicidad que campan por las redes sociales disfrazados de coaches emocionales o terapeutas traspersonales. Estafan y lo saben.
Si tienes alguna duda o quieres hacer algún comentario, estaré encantado de leerte. Y si tienes alguna sugerencia sobre temas a tratar, déjalo en comentarios.
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