Cuando decimos "tengo que" estamos enfocando la atención en una obligación externa o en una responsabilidad que debemos cumplir. Esta expresión sugiere que la acción a realizar es impuesta por una circunstancia externa, como por ejemplo el trabajo, los estudios, una promesa, entre otros. Decir constantemente "tengo que" puede llevarnos a sentirnos presionados o agobiados por las tareas que debemos cumplir, generando estrés y ansiedad. Por lo que hacemos las cosas a disgusto, enfadados, y de mala gana o directamente no la hacemos y es la pescadilla que se muerde la cola.